Pekín. - Lo considera una batalla por la supervivencia de su nación. "Nuestro derecho a la existencia está amenazado", afirma Choe Jin Su. Su país se ve "obligado" a poseer un arma nuclear para protegerse de la amenaza atómica de EEUU, argumenta el embajador norcoreano en Pekín. "¿Cómo podremos defendernos en el futuro de Estados Unidos?", se pregunta. Para resaltar aún más el sentimiento de crisis, el embajador deja claro que su país ya no se siente ligado a la moratoria de pruebas de misiles. Al mismo tiempo, el régimen de Pyongyang reúne a un millón de personas en manifestaciones para transmitir la sensación de que el pueblo apoya su retirada del Tratado de No Proliferación (TNP). La propaganda habla de "lucha a vida o muerte" y de "ardiente odio" contra EEUU. La guerra de las palabras, las amenazas con la bomba atómica y la avivada escalada son las armas de una nación muy militarizada, aunque totalmente empobrecida. Entonces, el régimen crea un enemigo para encubrir su fracaso y combatir su reducida importancia. Hace tiempo que el pueblo norcoreano lucha a vida o muerte. La población muere de hambre, enferma por tomar sopas hechas a base de corteza de árbol y hierba, y en los hospitales ya no recibe ayuda. Desde hace siete años el mundo alimenta a los hambrientos, evitando así una catástrofe mucho mayor. Los "imperialistas estadounidenses" son los mejores amigos del pueblo norcoreano, ya que Washington es uno de los mayores donantes del programa internacional de alimentación. Pekín, el antiguo amigo, está muy irritado. Hasta ahora, la cúpula china ha reaccionado con moderación en consideración con Pyongyang. Pero en una conversación telefónica con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, su homólogo chino, Jiang Zemin, llegó a criticar abiertamente la retirada norcoreana del TNP ante lo que el embajador Choe reacciona permaneciendo en silencio. Pero mientras que Choe Jin Su critica que Estados Unidos quiera hablar, no negociar, diplomáticos norcoreanos ante Naciones Unidas llevan tres días conversando en el Estado norteamericano de Nuevo México con el gobernador Bill Richardson. El hecho de que hayan elegido para dialogar a este ex embajador ante la ONU -apreciado por anteriores negociaciones- es una señal de la desconfianza ante el gobierno de Bush. Por ello, pese a toda su retórica, Corea del Norte siempre deja abierta una puerta. Los problemas podrían ser solucionados con un "diálogo entre iguales", asegura Choe Jin Su. También Pekín considera posible una vuelta al acuerdo de 1994. Una vez logrado esto, podría abordarse por fin el verdadero problema: reformas económicas y una apertura al estilo chino que Kim Jong Il ya ha estudiado en sus viajes a China y que son la única opción que aseguraría la supervivencia de su pueblo. (DPA)
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