En medio de una escenografía inmejorable el Bambino Veira abre los brazos hasta el límite, menea la cabeza y habla; muestra algunos de los secretos que lo transformaron en uno de los técnicos más ganadores de la historia del fútbol argentino.
"El día que no tenga más esta pasión no puedo dirigir más. Cuando llegue ese momento es que todo terminó. Mientras me dure este fuego sagrado que siento dentro mío voy a seguir dirigiendo, aconsejando, aprendiendo, estudiando y actualizándome. Esto es mi vida".
Es el primer día de la pretemporada de Newell's en Mar del Plata y hay algo que debe aceptarse más allá de los prejuicios: con este cuerpo técnico como parte del paisaje es diferente.
"Che, no me digas que ese que está ahí es el Bambino, qué bien que está, mirá que debe tener más de 50 pirulos", comenta un ciclista que hace un alto en su entrenamiento para observar a uno de los personajes más mediáticos y populares del fútbol.
Mientras, el grupo de 27 jugadores da vueltas y vueltas por el circuito de parque Camet. Se cruzan con el plantel de Nueva Chicago, persiguen a los chicos de Atlanta que le ponen el pecho a la utopía. Para ellos salvarse del descenso es casi imposible, pero lo van a intentar hasta el final.
Desde dos bicicletas pintadas de rojo y negro el profe Weber y Esteban Pogany acompañan a los futbolistas que empiezan a mostrar los primeros síntomas de ahogo.
Veira dialoga con Marcos Lanzilotta, a cargo de la delegación y Daniel Carmona, que mientras habla revisa sus carpetas para que no quede ningún detalle librado al azar. Es el momento ideal para hablar con el DT.
"Nosotros hicimos campañas excepcionales", dice el Bambino mientras recuerda sus primeros pasos como ayudante de campo de Carmelo Faraone (3 años) y el primer título, la primera vuelta olímpica desde el banco de suplentes de Banfield.
"Mientras dure todo esto, que estemos bien, con esta alegría como la que tenemos con Weber, con Pogany... Este es un trabajo de una enorme responsabilidad, pero dentro de esos parámetros el profesional tiene que trabajar contento", filosofa Veira.
La verdad es que debe tener razón, porque mientras hace esa referencia el plantel comienza a realizar la segunda etapa de la rutina que incluye ejercicios muy exigentes. Sólo la simpatía y la buena onda que le pone Weber a cada movimiento puede convencer a los futbolistas de que todavía queda resto como para seguir. Por ser el primer día parece suficiente, pero aún queda más. "Tienen que trabajar con una gran intensidad, prepararse mentalmente para el objetivo pero dentro de un buen clima. Tratamos de venir por la mañana a parque Camet que tiene una hermosa escenografía para que estén motivados y se sientan bien trabajando".
Al lado de la simpleza de sus consideraciones se debe colocar un palmarés que mete miedo. La primera Copa Libertadores de América de la historia de River, el primer título mundial millonario, la vuelta con San Lorenzo después de 22 años, la conducción de un Boca plagado de estrellas y pesos pesado que quedó a un punto de un River casi perfecto. Pero más allá de la camiseta, el discurso permanece.
"Siempre el mismo discurso, la misma pasión. Me trataron muy bien en Newell's. Llegué y me sentí como en mi casa. La prioridad es no defraudarlos. Hacer lo imposible para no defraudarlos. Me encontré con un gran presidente, un tipo bárbaro. Tengo una muy buena relación. No queda otra cosa que estar con las pilas puestas para que estemos todos bien. Para que veamos un equipo competitivo dentro del campo".
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