Alfredo Montengro / La Capital
Haciendo hincapié en que la desocupación no es un problema de la educación sino del aparato productivo y de las políticas productivas, Roberto Follari, docente-investigador de la Universidad Nacional de Cuyo, habló con La Capital de las herramientas que brinda el sistema educativo para la inserción en el actual mundo laboral. También analizó los cambios operados en ese campo en función de las distintas transformaciones económicas que se vienen sucediendo y qué lugar debe ocupar la escuela en este proceso. -Los más afectados por la desocupación son los jóvenes, ¿Cuál es la relación entre el mercado de trabajo y los desajustes del sistema educativo? -Se debe principalmente al mercado. Obviamente los más adultos llegaron a obtener trabajo en tiempos en que había mayor posibilidad de empleo. Además, cuando hay pocos puestos de trabajo, la escolaridad que se pide para llegar a ellos se hace más alta, y eso hace que la posean sólo los que han llegado a una cierta edad. -¿Qué cambios se operan en la educación en relación al mercado laboral? -Ha habido intentos desde los organismos internacionales de relacionar la educación "punto a punto" con la demanda laboral. Esto es imposible porque los planes de estudio se hacen de acuerdo a la realidad de hoy y los egresados salen dentro de varios años, y la economía cambia entretanto. Y se afecta -ciertamente- el concepto de educación: se la convierte en puro adiestramiento laboral, en entrenamiento. Se deja poco lugar a la ciencia básica, a la teoría, a la crítica y a las humanidades, a todo lo no pragmático. -¿Qué relación hay entre la educación y los cambios tecnoproductivos? Las tecnologías intervienen directamente en la práctica educativa, desde el planeamiento y la gestión, hasta el trabajo de aula. Sin embargo, hay que cuidarse de la tendencia simplificadora que cree que cuanto más tecnología mejor rendimiento educativo: la tecnología es un instrumento dentro de una realidad más amplia. A su vez, los cambios tecnológicos operados en la producción no pueden ser seguidos desde lo escolar, excepto en áreas muy especializadas y restringidas. Por ello, el aparato educativo debe estar informado al respecto, pero la práctica más específica de aprendizaje se realiza directamente en los puestos de trabajo. -¿Cuáles serían los cambios curriculares necesarios frente a la desocupación? -La desocupación no se enfrenta con la escuela; es un problema del aparato productivo y de las políticas económicas, y ellas suelen descargar en la educación una responsabilidad que no es de esta última. La educación no produce -ni puede producir- puestos de trabajo. -¿Qué dificultades vedan el acceso al estudio? -Las dificultades económicas impiden el acceso y permanencia en la escuela a los sectores sociales más desfavorecidos, que desertan sobre todo al terminar el segundo ciclo de EGB (ex-primaria). Además, los problemas de background cultural asociados a esa situación económica deprimente llevan a que se fracase no sólo por necesidad de salir a la calle a obtener alguna entrada (mediante trabajo, mendicidad o incluso delito), sino por falta de lectura y de motivación intelectual. -La educación media general o técnica profesional, ¿apunta a la ocupación de los jóvenes? -Sí, apunta a ello, pero no tiene en cuenta a menudo los problemas de desvaloración relativa de los títulos en ese nivel en relación con los de técnicos superiores, ingenieros y posgraduados.
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