Un sargento primero de policía fue asesinado a puñaladas en la "zona roja" de San Lorenzo cuando esperaba el colectivo para volver a su casa del barrio Refinería, en el norte de Rosario, después de cubrir la custodia de un bar. El atacante lo tiró al suelo de un puñetazo, lo golpeó y le dio dos violentos puntazos en el tórax con un cuchillo, sin que el policía alcanzara a defenderse. Una de las heridas, letal, alcanzó en el corazón al suboficial, que estaba casado y tenía tres hijos.
El ataque ocurrió frente a una decena de testigos casuales que reconstruyeron con su relato la situación. Los investigadores no encontraban motivos para pensar en un móvil distinto al del robo, ya que el policía no llevaba puesto su uniforme. El agresor se llevó el arma reglamentaria de la víctima, una pulsera de oro y un teléfono celular y se fue de la esquina caminando.
Pero desde otros ámbitos, incluso de la misma policía de Rosario, sugirieron que la muerte del suboficial no tiene que ver con un robo sino con cuestiones vinculadas al manejo del mundo de la noche en San Lorenzo.
"Yo descarto de plano esa hipótesis", aseguró anoche el jefe de la Unidad Regional XVII, comisario mayor Juan Quesada. "Esto pudo haberle pasado a cualquier civil. Era la tercera vez que este sargento cubría adicionales en ese boliche para llevarse 16 pesos de bolsillo por cada turno de 4 horas. Era un tipo de familia, limpio, que no andaba en nada raro y anoche tenía que trabajar hasta las 2, pero como el local cerró antes se retiró a la 1.30", afirmó el jefe policial.
La cruenta noche
El sargento 1º Norberto Rubén Rojas, de 48 años, había cumplido un servicio de custodia adicional en Manila, uno de los locales de citas ubicado en la zona roja de San Lorenzo, donde se concentra la actividad de whiskerías y prostitutas. En esa franja funcionan otros boliches como Seaman, Popeye y Black Cat, que reciben usualmente a los embarcados que amarran en el área portuaria.
El policía caminó unos 100 metros para esperar el colectivo que lo llevaría a su casa. Estaba parado en la esquina de la avenida San Martín y Cayetano Silva cuando se le acercó un hombre joven, alto, morocho y robusto.
Los testigos dijeron que el desconocido se fue encima de Rojas y aferró su cuello con un brazo. Los dos forcejearon hasta que el policía trastabilló al pisar el cordón y cayó al pavimiento. El agresor se arrojó contra él, le apoyó una rodilla en el pecho y en una maniobra rápida tomó un arma blanca con la que le dio dos rápidas y profundas puñaladas a su víctima.
Con el policía herido y tendido en el suelo, el ladrón se apoderó del arma reglamentaria del herido, una pulsera de oro, la billetera y un teléfono celular.
Al respecto, el comisario Quesada repitió a La Capital el relato de uno de los testigos a quien escuchó la mañana de ayer. "La muerte pasó al lado mío. Yo estaba sentado en mi auto y el tipo me miró a los ojos. Después siguió hasta la garita, habló con el hombre que estaba allí, le pegó un puñetazo, lo tiró al suelo, le puso la rodilla sobre el pecho y le asestó dos o tres puñaladas". Tras ello, el ocasional testigo dijo haber visto como "lo revisó y le sacó algo negro, que para nosotros era el arma reglamentaria", agregó el jefe policial.
Precisamente la funda del arma es uno de los elementos entregados para pericias, ya que podría tener las huellas dactilares del asesino, indicaron los investigadores.
El atacante dejó al policía malherido y se fue del lugar caminando sin reparar en las personas que se encontraban en la zona -remiseros y clientes de un telecentro- que vieron el crimen. La policía indicó que el sospechoso fue descripto como un hombre de 30 años, de contextura robusta, 1,80 metro de estatura, morocho y de cabello largo. La apreciación que volcaron los testigos es que el atacante se encontraba alterado, como si estuviera alcoholizado o intoxicado con drogas.
Rojas no murió en el acto. Pudo incorporarse después del ataque para pedir ayuda. Hizo unos 25 metros, sangrando, y alcanzó a llegar a un bar, donde cayó nuevamente al suelo. Desde el local alertaron sobre el ataque.
La ambulancia y el personal policial llegaron inmediatamente, pero los colegas del sargento herido estiman que Rojas estaba sin vida cuando fue subido a la ambulancia. Los médicos de Instituto Médico Regional de San Lorenzo, ubicado a menos de diez cuadras, lo recibieron sin signos vitales.
La autopsia realizada en el Instituto Médico Legal de Rosario confirmó que la herida mortal fue en el ventrículo izquierdo del corazón. Fue una lesión cortante, de unos 3 centímetros de profundidad que el asesino le aplicó debajo de la axila, a la altura de la tetilla. El impulso de la puñalada mortal fue tal que fracturó una costilla de Rojas. Quien tenía otro corte, superficial, a la altura del esternón, y marcas en el rostro provocadas por golpes.
"En todos lados hay buenos y malos, pero este empleado era de los muy buenos", señaló uno de los jefes policiales de la comisaría 1ª, donde Rojas realizó toda su carrera, en labores administrativas.
El sargento vivía en barrio Refinería y llevaba más de dos décadas casado con Ramona López, de 40 años. La pareja tiene tres hijos. Ezequiel, de 19 años; Adrián, de 17, y Evelyn, de 4.
La policía de San Lorenzo contaba con la descripción de al menos ocho testigos para reconstruir lo que ocurrió. Un jefe policial indicó que se realizarán pericias sobre algunas manchas de sangre, para identificar al asesino. La investigación quedó a cargo del juez Juan José Pazos, titular en suplencia del juzgado de Instrucción 12, en turno durante la feria judicial de enero.