Año CXXXVI
 Nº 49.708
Rosario,
domingo  29 de
diciembre de 2002
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Brasil gira hacia la izquierda con Lula da Silva como timonel
El ex líder obrero, que asumirá el miércoles, despierta grandes esperanzas y también interrogantes

Pablo Rodríguez

Río de Janeiro. - Brasil, gigante latinoamericano y decimosegunda economía mundial, giró a la izquierda en 2002 al elegir como presidente a Luiz Inacio Lula da Silva, un ex líder metalúrgico de 57 años que ha despertado a la vez grandes esperanzas y muchos interrogantes y temores en los mercados financieros. Este histórico giro político se produjo pese a la difícil coyuntura que estuvo a punto de ahogar a este país de 175 millones de habitantes por el cierre de los grifos financieros, en reacción a la desconfianza que despertó desde un principio su apoyo electoral.
Lula, quien en su cuarto intento consecutivo logró llegar a la presidencia en la segunda vuelta electoral del pasado 27 de octubre, asume el cargo el 1º de enero.
Líder fundador del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), curtido en la lucha sindical y contra la dictadura militar que gobernó a Brasil entre 1964 y 1985, y con apenas estudios primarios pero con un discurso moderado y una nueva imagen impuesta por el marketing político, venció cómodamente a su más fuerte rival, el reputado ex ministro de Salud José Serra.
Serra, delfín político de Cardoso, quien le dio su abierto respaldo en medio de la campaña, representaba para gran parte de los brasileños, especialmente los 54 millones de pobres, la continuidad de un gobierno, que si bien ha gozado de todo el respeto internacional, para ellos no cumplió con sus acuciantes expectativas sociales. Esa percepción quedó refrendada en las urnas con los más de 52 millones de votos obtenidos por el ex obrero.
Su pasado obrero, sus lides sindicales y su militancia izquierdista, provocaron una desbandada de los inversionistas que generaron la mayor incertidumbre financiera por la que haya atravesado Brasil recientemente, al punto que obligó al gobierno de Cardoso a acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI), que finalmente le concedió al país el mayor crédito de su historia: 30.400 millones de dólares.

Con guante de seda
Con este antecedente, cuyos efectos sumieron en una profunda volatilidad el mercado cambiario y bursátil, que aún persiste, Lula ha tenido que encarar con «guantes de seda» la conformación de su gobierno y tejer complicadas alianzas partidistas para sustentar sus próximos cuatro años de gestión. Con un propósito casi que obsesivo de librar una frontal guerra contra el hambre, la punta del iceberg de grandes carencias sociales y profundas brechas económicas de un rico país, Lula tendrá que afrontar el sueño de millones de brasileños con un estrecho margen de maniobra. El presidente electo ha reconocido en estos días que la difícil conyuntura económica de su país le hacen prever un primer año difícil de gestión para cumplir con sus reformas sociales.
En medio de ese estrecho espacio que le han concedido hasta ahora el mercado financiero, atento a la más mínima seña sobre la orientación de la política económica del nuevo gobierno, Lula ha dado hasta ahora pasos muy cautelosos en aras de recobrar la confianza de los inversionistas. Designó al frente del ministerio de Hacienda y del Banco Central (BC), a Antonio Palocci y Enrique Meirelles, respectivamente, dos hombres considerados garantes de una política económica conservadora, y ya se entrevistó con los que serán sus dos principales interlocutores internacionales en los ámbitos político y económico, el presidente de EEUU, George W. Bush, y el gerente general del FMI, Horst Köehler.
Lula nombró además como canciller al actual embajador de Brasil en Londres, Celso Luiz Nunes Amorim, para el ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio, eligió a un empresario, Luiz Fernando Furlan y el nuevo ministro de Agricultura, será el productor rural y presidente de la Asociación Brasileña de Agrobussiness, Roberto Rodrigues.
Pero para atender las expectativas de un país que finalmente le dio el sí, Lula tendrá que maniobrar el timonel enfundado en una camisa de fuerza: los compromisos asumidos con el FMI, una megadeuda externa que representa el 60% del Producto Interno Bruto (PIB) y una preocupante inflación que este año superará el 10%, y esto sólo en el plano económico. En lo político el panorama no es menos incierto, ante la necesidad de mantener la solidez de las alianzas tejidas en un país atomizado políticamente en múltiples intereses y lograr el apoyo del bicameral Congreso para hacer realidad las reformas económicas y sociales que los brasileños más desfavorecidos esperan de un hombre que salió de sus propias filas. (AFP)



(Ilustración: Gabriel Ippóliti)
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