A su manera y considerando el contexto, Tita Merello fue una transgresora. Rea, callejera y mal hablada, hizo de esa carga un estilo que volcó en todos los terrenos del arte y el espectáculo que transitó. Una anécdota de antaño la recuerda como la primera mujer artista a la que aplicaron una multa de 20 pesos en el Teatro Porteño por salir a escena sin las obligatorias y muy morales medias negras. Dueña de una personalidad que se fue curtiendo a golpes de vida y sufrimiento, Tita fue una mujer solitaria, aún cuando estuviera en compañía. "Soy desconfiada y sólo creo en mis corazonadas. Sin embargo también soy agradecida, además me considero excesivamente susceptible, sin dejar de ser bondadosa. En fin, soy contradictoria", declaró una vez. Esta confesión puede ser el justificativo por no haber logrado en tantos años una estabilidad sentimental, a pesar de desearlo. "Tuve muchos hombres, pero un solo amor", dijo alguna vez dejando ver que detrás de su entereza y valentía se escondía una mujer sencilla, solitaria y de un gran corazón. "Soy gruñona, de mal carácter, pero siempre tengo la mano en el bolsillo lista para dar", afirmó el año pasado ante cámaras de televisión. Su faceta de autora de tangos se emparenta con su tormentosa vida afectiva. Su tango "Llamarada pasional", musicalizado por Héctor Stamponi, y "Decime Dios, dónde estás"", junto a Manuel Sucher, son reflexiones suyas en torno al gran amor de su vida, el actor Luis Sandrini, con quien convivió durante diez años hasta que éste repentinamente la abandonó. Cuentan sus allegados que en su casa había una silla vacía, la que usaba Sandrini y que nadie volvió a utilizarla después de él. Tita, la popular "morocha argentina", en su vejez no dejó de reclamar afecto, aquel que le faltó desde su mismo nacimiento, e hizo manifiesta su gran soledad, compañera inseparable a lo largo de toda su vida.
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