Tita Merello murió el martes pasado a los 98 años de un paro cardiorespiratorio en la Fundación Favaloro, en el barrio porteño de Balvanera. Los médicos que asistieron a la artista coincidieron en que "tuvo pocas dolencias físicas" y que sus últimas palabras fueron "me está llegando la hora". El jefe del Instituto de Cardiología de la Fundación Favaloro, Eduardo Gabe, confirmó que la salud de Merello "se fue deteriorando progresivamente debido a la edad, situación que afectó otras funciones básicas como la respiratoria y cardíaca". En tanto, el médico cardiólogo que la atendió personalmente, Raúl Merbilhaa reiteró que "nunca estuvo con respirador y estuvo consciente durante casi todos estos últimos día". Según Merbilhaa, amaneció el martes "con disminución en su estado de conciencia, con dificultad respiratoria y con su corazón latiendo cada vez más débilmente". A ese decadencia contribuyeron los fallecimientos, hace unos meses, de su hermano, menor que ella, y del doctor René Favaloro, golpe del que nunca se repuso. La propia Merello había pedido, antes de morir, que no se envíen ofrendas florales a su entierro y que el dinero que se pagaría por ellas sea donado en beneficio de la Fundación Favaloro, donde pasó internada los últimos años de su vida, por sugerencia del propio médico. Allí llevaba una vida con contadas visitas. Sus amigos relataron que estaba deprimida en los últimos meses, escuchaba radio continuamente, lloraba y rezaba mucho. Entre ellos, el locutor y productor folclórico, Julio Maharbiz, dijo que la había visitado por última vez el sábado. Sobre su estado de salud afirmó que "ya estaba muy viejita. El sábado estaba muy caída y ya no comía". Por su parte, Ben Molar, quien la acompañaba en sus paseos por la zona cercana a la Fundación, contó que durante las últimas semanas Merello "no hablaba. A mí sólo me apretaba la mano. Ellas estaba con una memoria y una lucidez asombrosas".
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