Alejandro Cachari / La Capital
Los prejuicios generalmente no tienen un gran sustento. Sucede que en la mayoría de los casos no hay cómo justificarlos. Son sólo eso, una intuición. Sin poner en duda la capacidad de Julio César Gaona como profesional del fútbol, lo cual sería injusto por la inexistente trayectoria del misionero en equipos de primera división, el preconcepto que aquí se expone intenta presentar dudas sobre cuáles son los verdaderos motivos de esta contratación. Generalmente se habla de refuerzos. De jugadores probadamente superiores a los que están. Pues Gaona llegó a Central para sumarse al grupo. De ninguna manera, por respeto a la trayectoria de Hernán Castellano y en menor medida también a la de Claudio Manchado, podría asegurarse que tiene el puesto comprado. ¿Cuáles serán los parámetros que se tomaron en cuenta para buscar obsesivamente al ahora ex arquero de Junior de Barranquilla? Salvo que Russo conozca características que nadie tuvo en cuenta para meterlo en la élite del fútbol argentino (hipótesis absolutamente improbable), el dato sobresaliente de la carrera de Gaona es que tiene 29 años y sólo cuenta con experiencia en los durísimos torneos de ascenso. Para nada comparables con la primera. A Central ya le pasó hace unos meses. El cuerpo técnico encabezado por Menotti incorporó a García y Massa (arqueros), Martínez, Cárdenas, Pino, Mandra y Gustavo Barros Schelotto. Algunos momentos de Pino y otros tantos de Mandra sirvieron para darles a los canallas raptos de felicidad. El único que aseguraba ciertas condiciones mínimas imprescindibles para la coyuntura canalla era el mellizo. Lo demostró cuando le tocó jugar. Sabe perfectamente de qué se trata caminar por los suburbios del descenso y la promoción. Conoce a la perfección cómo manejarse en el primer nivel. Gustavo la peleó desde abajo en Gimnasia, fue campeón del mundo con Boca y tiene jerarquía. Resultado: contratación hartamente justificada. Mandra, Pino y Cárdenas también lo saben. Pero esto último es tan cierto como que ni Chicago, ni Talleres, ni Unión tienen las obligaciones históricas que le demandan a Central sus gloriosos tiempos pasados. En buen romance, sin ofender, toritos, tatengues y en menor medida los tallarines, están más curtidos con los vaivenes que genera la inestabilidad del promedio. Que Central descienda connotaría un impacto con repercusiones superiores a cualquiera de los otros tres ejemplos. Sería una temeridad sepultar a Gaona. Absolutamente injusto y hasta tendencioso si se quiere. Pero es muy difícil encontrar las justificaciones de su contratación. Que además fue anunciada con bombos y platillos. Un dato más. Juan Ojeda es el arquero de la cuarta canalla, uno de los preferidos de Russo y quizás la mayor promesa bajo los tres palos a corto plazo. Traducido, Ojeda deberá firmar su primer contrato profesional a mitad del año próximo. ¿Central estará dispuesto a erogar ese dinero? Debería estarlo. Ni el más soñado de los conchabos de Ojeda podría superar el 10 por ciento de lo que la entidad gastó en Gaona. ¿Cómo? ¿Qué Ojeda es apenas una promesa? Probablemente, pero pertenece al club y es gratis. Frente a Boca en la Bombonera -sus primeros palotes en reserva- Juan demostró sus condiciones. Al menos ya tiene antecedentes comprobables. Algo que es muy difícil de conseguir con Julio César. Ojalá Gaona arrase con todos estos argumentos desde el minuto cero del Clausura. Todo sea por el bien de Central. A pesar de los prejuicios.
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