Carolina Taffoni / La Capital
En el ambiente hay una sensación extraña. De pronto el tiempo ha retrocedido, ¿hasta el 85, el 86?, o hasta antes incluso. En el lugar, el amplio patio de una disco, hay unas mil personas. Los pibes se pasean con remeras de los Redondos, con la cara estampada del Indio Solari. De las paredes cuelgan banderas de "las bandas", que vienen de distintos lugares. No, no es un recital de los Redonditos de Ricota en las lejanas épocas de Paladium, "Gulp" y "Oktubre". Es la presentación de "A través del Mar de los Sargazos", el primer disco solista de Skay Beilinson, en la disco El Sitio de la localidad de Gálvez. La Negra Poli (histórica manager de los Redondos y mujer de Skay), que ya se convirtió en un personaje tan mítico como el mismo grupo, pasa entre el público hasta llegar a los camarines. Los pibes la saludan y quieren sacarse una foto con ella. Lejos del papel de sargento que uno imagina que ejerce en el universo redondo, Poli se muestra simpática y relajada, aunque no olvida su papel de manager y está siempre pendiente de los detalles. También hay aplausos para Rocambole (el ilustrador oficial de los Redondos), que la acompaña. El ambiente es casi familiar. Quién iba a decir que, ya en el siglo XXI, Skay iba a recuperar el espíritu ricotero de los primeros tiempos, esa ceremonia íntima y única, muy alejada de los estadios y los grandes (y fracasados) operativos de seguridad. La gente ensaya todo tipo de cantitos sobre los Redondos, pero el que sale al ruedo es Skay, con sombrero y saco al tono, y rigurosos anteojos oscuros. El recital arrancó con "Gengis Khan", el primer tema de "A través del Mar de los Sargazos". La versión es muy fiel a la del disco: cruda, potente y con esos aires dramáticos. Skay se mueve a lo Keith Richards, aunque con tics menos exagerados. En su debut solista Beilinson demuestra que es el director musical de los Redondos. "Síndrome del trapecista", el segundo tema del show, es un buen ejemplo. La banda suena ajustada, sin fisuras, y está a la altura de la guitarra de Skay, clara y expresiva, siempre al servicio de la canción y no de los alardes de virtuosismo. Con "Kermesse" ya se puede decir que el guitarrista pasa la prueba de la voz, uno de los grandes interrogantes sobre sus presentaciones en vivo. Skay puede cantar, y eso es todo un alivio. Además, en directo, su voz no suena tan parecida a la del Indio (un detalle que sobresale en el disco). "El pozo de la serpiente", con su ritmo cansino y sus coros espesos y oscuros, es un desafío para el público. Sólo los chicos que se amontonan delante del escenario parecen saber las letras de todas las canciones nuevas. La recompensa por la espera llega con "Humano, roto y mal parado", el primer tema de los Redonditos en el show. La sensación de túnel del tiempo se instaló para quedarse cuando Skay resucitó esa canción del 85. El guitarrista supo manejar bien los climas del recital. Después de la densidad de "Alcolito" llegó el primer hit de su disco: "Oda a la sin nombre", esa maravillosa canción sobre la muerte que tiene patentado "el riff del año". La adrenalina baja un poco con el reggae deforme de "Con los ojos cerrados", pero vuelve a explotar en una versión refrescante de "Caña seca y un membrillo", un hit redondo del 93. A las 23 Skay y los suyos se toman un descanso de 15 minutos, y el guitarrista reaparece sin sombrero y con su típica vincha. La versión de "Memorias de un perro mutante" es demoledora y hasta la climática "Astrolabio" funciona bárbaro en vivo. De ahí en más los temas de "A través del Mar de los Sargazos" se alternaron con gemas de los Redondos. Del arcón de los recuerdos de los 80 salió "El infierno está encantador esta noche", de la nueva cosecha aparecieron "Entre el cielo y la tierra" y los riffs trepidantes de "La grieta", y para rematar Skay y su banda pelaron una versión psicótica y potenciada de "Criminal mambo" (tal vez el único momento del recital en el que se extrañó la voz del Indio). Pero quedaba más. Hasta "Lágrimas y cenizas", el himno que cierra "A través del Mar de los Sargazos", tuvo su versión en vivo. Y la gente enloqueció cuando sonaron los primeros acordes de "Nuestro amo juega al esclavo". Volver a escuchar eso de "violencia es mentir" realmente ponía la piel de gallina. Los bises arrancaron con "La bestia pop" en curioso tiempo de reggae. Esto desconcertó al público, que cantaba el tema en un tono mientras la banda seguía otro. La gente pedía a coro "Ji ji ji", pero Skay se despidió con "Oda a la sin nombre". A un costado del escenario el guitarrista consultaba con la Negra Poli cuáles serían los nuevos bises. Ahí se resolvió que se haría "Gengis Khan" en lugar de "Me matan, limón". Skay amenazó con tocar "Ji ji ji", pero fue sólo una broma, el último guiño ricotero de la noche.
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