Silvia Carafa / La Capital
Las familias de Carlos Gauna y Manuela Teruelo completaba un círculo alrededor del intendente Hermes Biner en un despacho de la Municipalidad de Rosario. Había más palabras contenidas que dichas, ojos húmedos y el orgullo no disimulado de quienes saben cambiar el signo al dolor. Se definen como una familia ampliada y no entienden qué otro vínculo puede existir entre ellos que no sea un amor potenciado. "Habría que hablar sobre la ley de trasplantes, que no permite saber quiénes participan de un acto tan lleno de solidaridad", dijo la mamá de la nena al intendente. Más distendida que al llegar a la casa de los Gauna, de punta en blanco y sentada upa del intendente, Manuela se veía bastante cómoda en medio de los flashes. Antes de entrar, con su prendedor clamando "Justicia para Carlos", buscó la confirmación de su mamá para anticipar lo que pensaba decirle a Binner: "Qué haga algo por Carlitos", resumió. El encuentro con Binner fue una sorpresa para la familia de Manuela. Para Gladys Gauna en cambio ya existía un objetivo: pedirle "que se abra un comedor comunitario para chicos con padres desocupados con el nombre de Carlitos", comentó. A su lado, los Teruelo, asentían con firmeza, conscientes de que estaban protagonizando una nueva manera de decir gracias: dando todo el apoyo a sus nuevos parientes. Binner calificó la historia como un ejemplo de solidaridad al tiempo que pidió "que se esclarezca el crimen" de Carlos. En este sentido felicitó a los protagonistas que supieron convertir "un acto de odio en amor", y adjudicó al ministro de Gobierno, Esteban Borgonovo, la responsabilidad de esclarecer la muerte de Carlos.
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