La quiebra de United Airlines (UAL) ilustra la crisis sin precedentes que afecta al conjunto de las compañías aéreas estadounidenses, víctimas de la caída del tráfico desde los atentados del 11 de setiembre y también de exorbitantes costos de funcionamiento. UAL, la segunda aerolínea del mundo, es la mayor línea aérea estadounidense en la historia que se acoge a la ley de quiebras. Tampoco será sin duda la última: además de varias aerolíneas regionales pequeñas que se presentaron este mes, US Airways, séptima en Estados Unidos, está bajo protección judicial desde agosto pasado.
Todas las compañías estadounidenses, con la notable excepción de las que hacen discount como Southwest Airlines, registrarán pérdidas colosales en 2002, luego de un año 2001 ya catastrófico. A pesar del fin de la recesión y de la supresión de unos 100 mil empleos desde el 11 de setiembre de 2001, los líderes del sector sufrirán una pérdida acumulada de 7 mil millones de dólares este año, levemente inferior a la de 2001 (7.700 millones), dijo recientemente el presidente de American Airlines (AA) -número uno mundial-, Donald Carty.
Con guerra, peor
"De la manera que se los estudie, son resultados financieros terribles", confesó Carty. "Nuestro sector enfrenta desafíos financieros sin precedentes", reconoció también el presidente de Delta Air Lines Leo Mullin descartando toda "mejoría a corto plazo". De enero a setiembre, AA perdió casi 3 mil millones de dólares, UAL más de 1.800 millones y Delta, tercera compañía estadounidense, más de 900 millones.
Esas pérdidas se explican por el hundimiento de la actividad provocado por los efectos devastadores -y durables- de los ataques terroristas del 11 de setiembre de 2001 y a una recuperación económica que continúa débil. El volumen de negocios de UAL cayó así 18% durante los primeros nueve meses de 2002.
La recuperación del tráfico aéreo no es previsible a corto plazo, principalmente a causa de los riesgos de conflicto en Irak. Una guerra con Bagdad tendría un impacto "enorme" sobre las aerolíneas, estimó recientemente el presidente de Continental Airlines Gordon Bethune, quien solicitó ayuda al gobierno estadounidense para el sector "si hay una guerra".
Ante esta situación, los transportistas reclaman ayuda del Estado, que ya había desbloqueado 15 mil millones de dólares luego de los atentados (5 mil millones en ayuda directa y 10 mil millones en garantías de préstamos). Las aerolíneas quieren lograr además una mayor participación del Estado en los gastos de seguridad y una reducción de los impuestos sobre los pasajes aéreos. (AFP)