Wolmer Ortiz tenía 82 años. Había trabajado como tornero en la Fábrica Militar Domingo Matheu, vivía de su jubilación y en algún lugar de su casa de Riobamba y Constitución guardaba 7 mil pesos. El lunes 18 de noviembre, apareció muerto, atado a su cama y con signos de haber sido sofocado. Los asesinos se llevaron el dinero y hasta ahora no fueron identificados. Lejos de ser extraordinario, el episodio supuso la continuidad de una serie de crímenes que han tenido como víctimas a ancianos y que en su mayoría permanecen sin aclarar.
Los crímenes de ancianos registrados en los últimos tres años en Rosario muestran una característica en común: a excepción del doble crimen ocurrido en la calle España, las víctimas fueron personas que vivían solas. Esa circunstancia, sumada a la edad, las tornó más vulnerables ante la brutal acometida de los asesinos.
Lo espantoso de una muerte violenta se potencia en estos casos por el hecho de que el criminal elige la víctima más débil, la persona más expuesta e indefensa y que al encontrarla, incluso mediante engaños, la somete a una brutalidad inhumana.
La serie se remonta por lo menos al año 2000, cuando se produjo una desconcertante secuencia de crímenes que tuvo como víctimas a jubilados de nacionalidad italiana. En tres de esos casos, la policía detuvo a los presuntos responsables, que eran personas allegadas a las víctimas, en principio insospechables y que asesinaron para apoderarse de botines irrisorios.
Dos muertes de aquella serie permanecen impunes. Son los asesinatos de Luis Gino Ianotti, de 78 años, y Luis Brugognone, de 80, ambos ex combatientes de la Segunda Guerra. El primero fue hallado muerto en su casa de pasaje Morse 2187 (Riobamba al 5400), donde se encontraba solo, ya que su hija había viajado a Italia. Una torpe investigación de la comisaría 14ª atribuyó ese asesinato, sin fundamento, a un pastor y un feligrés evangélico, quienes luego obtuvieron la falta de mérito en la causa.
Brugognone vivía solo en pasaje Tiscornia 2901, barrio Parque, donde tenía un pequeño almacén. Allí apareció asesinado el 17 de diciembre de 2000. Llamó la atención el hecho de que el anciano hubiera sido hallado en el almacén y no en la casa -contigua al negocio- y que ninguna abertura hubiera sido forzada.
Parece difícil que los crímenes de Ianotti y Brugognone puedan ser aclarados. La falta de rastros sobre los asesinos y las deficiencias de las investigaciones suelen ser garantías de impunidad.
El 2 de junio del año pasado, Rebeca Svaiger, de 73 años, fue brutalmente asesinada en su departamento de Entre Ríos 458. La mujer, que vivía sola y cuyo marido estaba internado en el Pami, apareció amordazada y maniatada y con fuertes golpes en la cara. La investigación avanzó y actualmente se encuentran procesados por el caso seis personas, entre ellas el cabo Omar Orlando Osores y la enfermera Marina Raquel González, que cuidaba a la anciana.
En cambio, otros dos crímenes de ancianas parecen destinados a permanecer en el misterio. El primero ocurrió el 17 de mayo de 2000, cuando María del Carmen Nieves, una docente jubilada de 81 años, fue hallada estrangulada y con marcas de golpes en su casa de San Juan 1449.
Nieves vivía sola, cobraba un total de mil pesos mensuales y era asistida por una vecina, quien le preparaba la comida. Lo extraño consistió en que no faltaron elementos de valor, ni se notaron signos de desorden, por lo que el móvil del robo quedó en duda. Pero la pesquisa no progresó.
La otra víctima, María Elena Fornicoli, tenía 72 años y era prestamista. Fue hallada sin vida el 29 de agosto del año pasado en su casa de Cerrito al 1800, donde vivía sola. Tenía golpes en la cabeza y una puñalada en el tórax. Tampoco en este caso se advirtieron signos de violencia en los ingresos de la casa. Se presume que el asesino la conocía o pudo convencerla, aun cuando vivía preocupada por su seguridad, para que le franqueara la entrada.
Enigmas que perduran
En el sur provincial, hubo al menos otros dos crímenes de mujeres todavía no aclarados. En el caso de Emilce Rasino, una mujer de 67 años asesinada en Casilda el 8 de mayo de 2001, la policía identificó al presunto homicida, pero no logró detenerlo.
Rasino fue asesinada a balazos en su casa. Su esposo resultó herido. El homicida se llevó algo de dinero y actuó con dos cómplices, actualmente detenidos.
El crimen de Angela Juana Monasterolo se presenta más oscuro. La mujer, viuda de 68 años, vivía en San Genaro, donde atendía un quiosco. Llamó la atención la ferocidad del episodio, ya que la víctima murió tras ser estrangulada y luego apuñalada con dos cuchillos, el 29 de octubre pasado. La policía descartó la hipótesis de un robo y hasta el momento la investigación no tiene ningún rumbo apreciable.
En lo que va del año se produjeron 94 asesinatos en el departamento Rosario. Uno de los más escabrosos tuvo como víctimas a un matrimonio de ancianos. Ocurrió el 17 de julio, en España 1148. Las víctimas, Eduardo Villegas, de 86 años, y Josefa Bibiloni, de 80, aparecieron en la cocina de la casa, muertos a golpes. Posteriormente quedó detenido un sospechoso.
Si la desaparición de un chico, como se suele decir, supone atentar contra el futuro, el crimen de un anciano es la aniquilación de una parte del pasado. Esas muertes deberían ser aclaradas, también por respeto a la memoria de las víctimas.