Año CXXXVI
 Nº 49.686
Rosario,
domingo  08 de
diciembre de 2002
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Balance: En el corazón de la historia
Para ahuyentar el exitismo llegó el resultado que la selección más se merecía

Alejandro Cachari / La Capital

La seriedad de los procesos alcanza su punto culminante cuando los resultados le dan la razón a la preparación, a la continuidad, a la jerarquía de los protagonistas. Pero no es el único ítem que debe cumplimentarse. El éxito está a punto cuando la madurez es su aliado principal. Esta selección argentina de hockey sobre césped femenino no necesitaba del título en Perth para meterse en la historia, menos aún para alcanzar el calificativo de exitosa. Pero tratándose de un país en el que sólo sirve ganar, la final de anoche puso en juego injustamente el prestigio de Las Leonas.
Las ocho victorias anteriores perdieron importancia, casi desaparecieron como por arte de magia con el inicio de la definición de la Copa del Mundo. Un pitazo fue suficiente para que el título de mejor Sub 23 del mundo que recibió la cordobesa Soledad García pasara al cajón de las anécdotas. La misma suerte corrió la idéntica distinción que consiguió entre las mayores la soberbia jugadora de Ciudad de Buenos Aires Cecilia Rognoni. Así de injusto es el deporte. Pero esas son las reglas del país en el que los campeones morales sólo existen en la columna de las anécdotas.
Antes, cuando no había triunfos importantes que sirvieran como bisagras lapidarias para quienes osaran no llevarse el máximo de los galardones en juego, las hazañas requerían pergaminos mucho menos trascendentes. Las exigencias no eran tan exigentes.
Pero ahora, Las Leonas demostraron que podían cuando cosecharon la medalla de plata en los Juegos de Sydney y el título en el Champions Trophy del año pasado más el subcampeonato esta temporada tras caer por penales ante China en ese mismo torneo reservado para las seis mejores selecciones del mundo.
Entonces, la idiosincracia criolla las condenó al éxito. Esta vez era el título o nada. Quizás muy pocos supieran que Argentina ya había estado tres veces en finales ecuménicas (todas perdidas ante Holanda en el 74, Alemania Occidental en el 76 y Australia en el 94), pero la cuestión pasaba por otro lado.
  Primero fue una novedad, después se transformaron en una grata revelación, enseguida trocaron por sensación y ahora se convirtieron en las candidatas obligadas de un pueblo que conoce muy poco de hockey, pero sabe perfectamente ejercer presión para distribuir prolijamente las responsabilidades entre sus deportistas más exitosos hasta endiosarlos o sepultarlos.
  Las Leonas, en el punto de cocción exacto para dar el gran golpe, se consagraron en Perth en una infartante definición por penales que ratificaron lo que el mundo del hockey sabía desde hace un tiempo: Argentina es el mejor equipo del mundo.
  En la madrugada de hoy, exactamente a las 3.40 de este domingo, resultado y exitismo se dieron la mano y forjaron el impacto deportivo más importante del año. No hay discusiones, no debían existir más allá del resultado. Todo gracias a la mística de un equipo inolvidable.


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