Año CXXXVI
 Nº 49.683
Rosario,
miércoles  04 de
diciembre de 2002
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Roban dinero, alhajas y relojes de oro en Crespo al 1000
Una familia estuvo a merced de tres asaltantes en una casa de Echesortu
Ocurrió a una cuadra de la seccional 6ª. Los ladrones actuaron en diez minutos que controlaron con reloj

Parecía una mañana tranquila en barrio Echesortu. Fernando Silva y esposa María Cristina se preparaban para ir a sus respectivos trabajos, mientras su hijo de 14 años todavía dormía en la habitación. Pero la rutina fue alterada de pronto por tres jóvenes delincuentes que irrumpieron cuando la mujer estaba a punto de sacar el auto de la cochera. Después de diez minutos de extrema tensión, los asaltantes escaparon con un botín conformado por valiosas alhajas y relojes de oro, que eran herencia de familia, y 1.300 pesos en efectivo.
Ocurrió ayer a las 6.50 en Crespo 1058, a menos de cien metros de la seccional 6ª de policía. Frente a la vivienda de los Silva hay un lavadero de autos y una cadetería que en ese momento estaban cerrados. Como todas las mañanas, María Cristina Silva abrió el portón del garaje para sacar su auto, un Volkswagen Polo, y salir hacia la oficina pública donde trabaja.
En diálogo con La Capital María Cristina contó que al abrir una parte del portón se asomó a la calle y no vio ninguna persona extraña en el lugar.
Entonces terminó de plegar las puertas y fue directo hacia el auto para ponerlo en marcha y sacarlo a la calle. Eso fue lo último que hizo de su habitual rutina, porque cuando ya estaba sentada frente al volante del coche entraron corriendo tres muchachos de entre 18 y 22 años, armados y con sus caras descubiertas.

Bajo amenaza de muerte
"Me encañonaron a la cabeza y de los pelos me llevaron para adentro", recordó María Cristina Silva. El alboroto que causó el trío hizo reaccionar a la perra setter, que comenzó a ladrar. "Callá a ese perro porque lo mato", amenazó uno de los maleantes.
Fernando Silva fue sorprendido casi en el mismo momento. Cuando escuchó los gritos se asomó al garaje y allí se encontró con la impresionante escena de la gavilla arreando a los tumbos a su mujer y a la perrita. El comerciante abrazó a la mascota y la calmó.
"Nos llevaron a la cocina y ahí nos tiraron boca abajo. Después dos de los tipos empezaron a revisar toda la casa y el otro nos vigilaba", relató María Cristina Silva. A todo esto, Ezequiel, el hijo de la pareja, continuaba entregado al sueño en su habitación y no había escuchado nada. Cuando uno de los ladrones se dirigía hacia ese cuarto, la madre del adolescente solicitó que no lo despertaran.
"Lo primero que pensé fue en la reacción que podría tener el chico. Por eso les pedí por favor que no lo despertaran", se justificó la mamá. Sin embargo, el maleante igualmente decidió entrar en el cuarto de Ezequiel.
Así, y mientras el muchacho dormía tranquilamente, el ladrón comenzó a husmear en los cajones, en el placard y entre las pertenencias del menor. Hasta se tomó el trabajo de moverse sigilosamente para no provocar ruidos. Así logró encontrar una suma de dinero que el muchacho tenía guardada en una pequeña caja. Al parecer quedó conforme con los billetes porque no tocó nada más. Ni siquiera lo tentó un moderno disc-man (reproductor de CD portátil).

Control de tiempo
El rastreo siguió por todas las habitaciones de la casa, mientras María, Fernando y la setter continuaban inmovilizados en la cocina.
"No se cómo, pero se movían como sabiendo en qué lugares buscar objetos de valor", manifestó poco después la dueña de casa. "Nos llevaron alhajas de oro, dos relojes Rólex, un Longinne y un Election, además de mucho dinero", concluyó la mujer. Finalmente, el trío encerró a la pareja dentro de una habitación, tomó los juegos de llaves de la casa que había a la vista y desapareció.
Los delincuentes no maltrataron físicamente a sus víctimas, sino que las amenazaron con matarlas si no colaboraban. Pero lo que más sorprendió a la familia fue la atención que pusieron en todo momento al tiempo que les insumía el atraco. Salvo uno de ellos, que pareció como el más tenso, los demás actuaron muy tranquilos, según contaron los testigos. "Vamos que se acaba el tiempo", "Apurate que se hace tarde", "Vamos, vamos que ya es la hora", fueron algunas de las frases que pronunciaron mientras iban de un lado al otro de la casa visiblemente preocupados por el reloj.
Poco después la policía llegó rápidamente al lugar del asalto. Claro, la seccional 6ª se encuentra a la vuelta por calle San Luis.



María Silva fue sorprendida cuando sacaba su auto.
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