Despersonalización, agotamiento emocional y estrés crónico son algunas de las dimensiones del sindrome de Burnot (estar quemado) que afecta a médicos y enfermeros de un hospital rosarino, según lo revela una investigación publicada en la última edición de "Investigación y salud", de la Secretaría de Salud Pública municipal. El estudio, realizado en 1999, revela que los más perjudicados son aquellos que se desempeñan en funciones asistenciales. Los especialistas estiman que la cantidad de profesionales afectados aumentó a partir de la crisis, porque no sólo disminuyeron los recursos, sino que aumentó la demanda de atención.
"El sindrome de Burn Out, (estar quemado) o estrés asistencial es una de las situaciones cada vez más frecuentes entre los profesionales de la salud, que se manifiesta como respuesta al estrés emocional crónico. Sus rasgos principales son fatiga física y psíquica, trato impersonal hacia los pacientes y compañeros de trabajo y sentimiento de insatisfacción personal en las tareas que desarrolla", explica la investigación. El estudio realizado por las licenciadas en enfermería Patricia Morín, jefa del departamento de enfermería de un hospital público y Olga Camponovo, enfermera jefe del sector Clínica Médica de un efector municipal, se propuso dimensionar en cifras la magnitud del sindrome, así como sus manifestaciones, según el perfil profesional y lugar de inserción en la estructura organizativa.
Los resultados obtenidos en la investigación rosarina coinciden con los revelados por un estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Buenos Aires especializados en Salud Mental, en instituciones hospitalarias públicas. Estos observaron que la despersonalización, el cansancio emocional y el estrés asistencial son los síntomas más frecuentes.
El relevamiento en Rosario abarcó a 63 médicos y 64 enfermeros de un hospital público de emergencias. Según el informe, los profesionales más afectados son los médicos y enfermeros jóvenes sin hijos, con pocos años de servicio, gran cantidad de horas de trabajo semanales, una carga importante de pacientes asistidos y antecedentes de multiempleo. A su vez, las situaciones que generan más estrés son las relacionadas con el riesgo de mala praxis para los médicos, y maltrato y desprotección de parte del sistema de salud con los enfermeros.
Síntomas recurrentes
Entre los síntomas que se presentan con más frecuencia, el estudio demostró que el 60% del personal está afectado por la despersonalización (imagen negativa de sí mismo), pérdida de autoestima y sentimiento de incapacidad para actuar con eficacia. Esto genera una actitud distante con los pacientes y compañeros de trabajo, como mecanismo de defensa para adaptarse a la situación. Según las investigadoras esto se relaciona directamente con el lugar donde trabajan los profesionales encuestados.
El estudio rosarino se realizó en un hospital de alta complejidad abocado a la atención de urgencias y emergencias, donde el trabajo diario supone tiempos acotados, resolución de la urgencia y la estabilización clínica para la derivación a otros centros. Generalmente se trata de pacientes graves que se debaten entre la vida y la muerte. Al tener una estada fugaz en el centro asistencial, resulta difícil para el personal establecer una relación con el enfermo e identificarlo individualmente. Esto lleva hacia la despersonalización que sufren tanto el paciente como el médico y enfermero.
Otro de los síntomas que apareció con más frecuencia es el agotamiento emocional (29% de los médicos). Según las autoras del trabajo, esto puede deberse a que la mayoría de los encuestados eran residentes. Ellos cuentan con una mayor carga horaria, su trabajo está en contacto directo con los pacientes, y son los que más sufren sensaciones de ansiedad, irritabilidad y abatimiento a causa de la excesiva demanda de responsabilidad.
Se observó también que las personas solteras tienen un 2.1 veces más de posibilidades de padecer agotamiento emocional respecto a las casadas, y 2.4 más que las personas divorciadas, separadas o viudas. En relación a la antigüedad en la profesión, el riesgo disminuye con los años de permanencia en el lugar. El número de horas trabajadas aumenta también el riesgo de afectación.
Consecuencias del sindrome
Uno de las mediciones más relevantes del estudio estuvo orientada a demostrar las consecuencias personales que estos síntomas acarrean. Los datos recogidos muestran que entre el 27 y 25 % de los profesionales sufren sus consecuencias en términos de afectación en la salud; en las relaciones familiares y personales y en el propio rendimiento laboral.
En cuanto a las situaciones generadoras de mayor estrés, más del 50% de los enfermeros citó el maltrato y la desprotección social, seguidas por los riesgos de mala praxis y la atención de pacientes terminales. En tanto los médicos situaron en primer lugar los riesgos de mala praxis, luego la desprotección social y seguidamente el maltrato.
Al momento de mencionar las causas principales de malestar en el trabajo, las respuestas consignadas por los médicos responsabilizaron en un 60% al déficit en la administración y organización; 33% a la extrema exigencia de los pacientes, y un 30 % a los problemas en las relaciones interpersonales y la falta de reconocimiento.
El personal de enfermería, en coincidencia con los médicos, refirió en primer lugar el déficit de organización (67%), seguido por problemas en las relaciones interpersonales (25%) y la extrema exigencia de los pacientes (23%).
Los médicos consultados plantearon como posibles soluciones a los problemas del trabajo, mejorar la organización, aumentar el equipamiento y planificación de la asistencia y la prevención, y en menor proporción, mencionaron mejorar las remuneraciones y generar espacios de formación y reflexión.
En cambio, el personal de enfermería atribuyó mayor importancia al aumento de la remuneración (61%), seguido por la promoción de espacios de formación (59%) y una mayor organización (50%).
Por su parte, las autoras del trabajo proponen como alternativa de solución, impulsar la educación permanente; fomentar la predisposición al cambio que propicie el desarrollo profesional y organizacional; aumentar la participación en la toma de decisiones; estimular la planificación y promover la evaluación sistemática como principal instrumento de educación y de crecimiento compartido.