Todos los días, Inelsa de Moya y el grupo de mujeres que colabora con el comedor Santa Marta deben enfrentar la difícil tarea de alimentar a casi tres mil personas con recursos cada vez más escasos. Así, recorren panaderías, verdulerías y carnicerías para recolectar los aportes de generosos comerciantes, porque la consigna será siempre la misma: al mediodía, todos deben comer, y bien. El comedor comunitario inició sus actividades hace once años, alimentando a cuarenta chicos de los barrios aledaños a la parroquia Nuestra Señora de Luján. Aquel emprendimiento del inolvidable sacerdote Daniel Segundo siempre contó con el apoyo de doña Moya y sus mujeres colaboradoras, que debieron multiplicar sus esfuerzos día tras día, sin claudicar un instante, "porque se trata del hambre de la gente".
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