Año CXXXVI
 Nº 49.678
Rosario,
sábado  30 de
noviembre de 2002
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cartas
La tercera edad y los colectivos

Hay ciertas actitudes por parte de la gente de la tercera edad que me irritan, más específicamente la que adoptan las señoras mayores que van sentadas detrás del chofer, en los colectivos. Es característico escucharlas darles la razón a los colectiveros cuando todos sabemos que en la mayoría de los casos sus reclamos están condicionados por el estrés, el calor o por ir fuera de horario. Recientemente fui testigo de dos situaciones que terminaron de corroborar esta teoría, la que vengo elaborando de antaño en extensos viajes hacia la zona norte de la ciudad. La primera de ellas tuvo lugar en un interno de la línea 103 cuando un pibe subió con el propósito de viajar sin pagar con consentimiento del chofer. La respuesta fue negativa, ya que "comprometía el laburo" del conductor, quien se lo hizo saber con malos modales. Ante esto, una señora que "viajaba" en los primeros asientos empezó a murmurar: "qué se creen estos", "¿por qué no caminan?", etcétera. Lo curioso de este caso es que cuando subió el guarda para verificar que los pasajeros hayan marcado la tarjeta, el conductor, señalando a esta señora, dijo: "A ella no le pidas, que es mi mujer". La otra situación no fue en horario nocturno sino en el mediodía cuando la locura alcanza niveles intolerantes, ya que el tráfico es un factor que se suma a los ya mencionados. Una mujer le hizo señas a un colectivo, que frenó a varios metros del cordón; la mujer esperó que se acercara. Ante la quietud de la susodicha, el chofer apretó el acelerador con odio, por lo que la mujer comenzó a correr paralelamente al coche, desde la vereda. El colectivo detuvo su marcha al igual que quien lo solicitaba, quien continuó esperando en el cordón gritando: "Acercate que no llego", a lo que el apurado colectivero respondió: "Ahora no te paro nada". Hasta aquí es una situación más de las muchas que se dan cotidianamente en la ciudad, de no ser porque otra vez escuché el comentario de una señora "que viajaba" en uno de los asientos delanteros diciendo: "Qué le cuesta bajar de la vereda", "bien hecho". Lo paradójico fue que cuando esta señora descendió por la puerta de adelante sufrió los regaños de quien manejaba a pesar de haber aprobado la actitud poco paciente que había tenido antes. Propongo que la gente de la tercera edad se siente en los últimos asientos, y que los choferes no miren para atrás porque va a estar Binner con un palo de amasar.
Guillermo Morales (h)


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