Año CXXXVI
 Nº 49.678
Rosario,
sábado  30 de
noviembre de 2002
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Opinión: Las cuentas pendientes del país agroalimentario

Susana Merlo

Mucho se habla, se lee, se discute, diariamente, sobre los problemas que enfrenta el sector agropecuario, lo cual no constituye una singularidad de estos tiempos.
Pasaron todo tipo de gobiernos, hubo clima benigno y negativo, precios buenos y malos, situaciones internacionales adversas y favorables. Hubo períodos de estabilidad y de los otros. Funcionarios que conocían el sector y de los otros. Hubo infinitos cambios, pero una sola cosa se mantuvo constante: los reclamos del campo. Con razón, y no tanto.
Ahora no es la excepción. Los impuestos, la inestabilidad, la falta de políticas claras, la desaparición del crédito, etcétera, son los ejes de los principales reclamos del agro hoy.
Sin embargo, ni la intensidad ni los destinatarios de las protestas son homogéneos y, aunque una gran mayoría coincide en contra de varias de las medidas del gobierno, hay cierto porcentaje diferencial que, incluso, abarca a otros eslabones de la propia cadena agroalimentaria, y esto no se circunscribe sólo al hipermercadismo, elegido casi unánimemente como "los malos de la película" (tal vez, con bastante razón en la mayoría de los casos).
Ganaderos contra frigoríficos, tamberos contra usinas, procesadores de carne contra curtiembres, productores contra proveedores de insumos, avicultores contra productores de maíz, y así sucesivamente.
Pero toda esta esgrima permanente en general no excede la coyuntura. Gran parte de los reclamos son puntuales, no de fondo. No hay grandes planteos y mucho menos grandes propuestas. Hay acciones individuales, difícilmente colectivas. No hay estudio, ni casi análisis en profundidad.
Acostumbrados ya a una realidad en constante cambio, ni los productores ni sus dirigentes parecen recordar ya las razones que dieron origen a esta coyuntura y que son, justamente, las que se deben rectificar. Pocos van más allá del reclamo por soluciones "a medida", como si no se supiera que el salvataje individual, en estas circunstancias, no sirve.
Los precios internacionales ayudaron, y mucho, ¿pero que pasaría (o que pasará), si las cotizaciones agrícolas, por ejemplo, cayeran a su nivel del año pasado y se lograra entonces neutralizar la quita que implican las retenciones?
¿De qué exportaciones estamos hablando con un dólar real que no contenga el efecto incertidumbre, o sea, bastante más bajo? ¿Qué va a pasar, aunque se mantengan estas cotizaciones, cuando se actualicen las tarifas de servicios, los salarios, el gasoil o fletes? ¿Qué renta habrá entonces? ¿Cuál es la competitividad concreta de la producción argentina?
Desde que se tiene memoria el campo viene reclamando, mucho antes incluso, del Grito de Alcorta. Las situaciones fueron cambiando, pero la protesta siempre estuvo allí. Mientras, otros países, muchos con menores ventajas de clima o suelo, definieron su producción agroindustrial y avanzaron.
Chile es un ejemplo. Brasil ya superó a la Argentina como productor de carne vacuna a Europa, y ni hablar de Uruguay que, con un tamaño similar a Buenos Aires, accede desde hace años al mercado japonés. ¿Qué falla? ¿Los hombres, o será que hasta ahora vivimos engañados y que la posibilidades reales de la agroindustria local no son tales?


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