Año CXXXVI
 Nº 49.678
Rosario,
sábado  30 de
noviembre de 2002
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Por la ciudad
La universidad carga con el peso del dogamtismo

Adrián Gerber / La Capital

La última vez que un sector de la comunidad educativa de la UNR osó abrir un debate serio y abierto sobre el presente y futuro de la Universidad pública (es decir, sistema de ingreso, evaluación, financiamiento, qué carreras deben darse, cómo deben darse) el intento terminó en escándalo. Fue a mediados del año pasado, cuando el profesor Hugo Quiroga en el marco de un seminario que se realizó en Rectorado sostuvo que "hay que discutir el ingreso irrestricto, porque sin lugar a dudas está afectando la excelencia académica". Quiroga terminó sufriendo un escrache por parte de la dirigencia del propio sindicato docente y de agrupaciones estudiantiles minoritarias, quienes lo agredieron a insultos y escupitajos.
Esta semana se reavivó este debate de la mano de un planteo de la decana de Medicina, Raquel Chiara, y del cuerpo docente de esa facultad, quienes advirtieron que no pueden seguir absorbiendo año tras año unos 2.000 nuevos estudiantes.
Pero el extremo cuidado con que Chiara abordó públicamente el tema, el eufemismo empleado y el tono mesurado sólo desnudaron los temores que persisten en el ambiente universitario a la hora de abrir un debate sobre la política de ingreso. Tema que a esta altura se convirtió en un verdadero tabú.
Esto, visto desde la sociedad en general es inentendible. Pero no lo es en el contexto y en la lógica de la propia Universidad, donde todo está excesivamente ideologizado.
La sola posibilidad de ser descalificado con términos como "neoliberal", "reaccionario" o "agente del FMI" genera pánico en autoridades, docentes y estudiantes, y funciona como mecanismo para censurar e inhabilitar cualquier tipo de polémica.
El recientemente designado doctor honoris causa de la UNR, el pedagogo Ovide Menin, alertó en una entrevista con este diario que "en la Universidad pública reina el terrorismo ideológico".
Pero, ¿cuál es el problema de que se genere en la Universidad y en la sociedad una profunda discusión sobre la educación superior?
Para convencer hay que persuadir, y para persuadir hay que tener argumentos. Y de eso se trata, de que se confronten argumentos, de que se generen ámbitos de análisis. Porque vociferar dogmas o repetir eslóganes, tanto de derecha como de izquierda, puede ser efectista por un tiempo, puede servir para arrancar aplausos de la tribuna, pero no convence a nadie.
Entonces, uno podría preguntarse: ¿si la propia UNR mantiene un ingreso selectivo (con duros exámenes) en sus colegios secundarios (Politécnico y Superior) y en los posgrados, por qué no puede aplicar el mismo sistema en las carreras de grado? ¿El Estado tiene derecho a decidir, a planificar cuántos médicos necesita el país o debe dejar librada esa definición a la libre demanda de los interesados? ¿Cómo se garantiza la excelencia académica con aulas superpobladas y docentes desbordados de trabajo? ¿Cómo se garantiza la igualdad de oportunidades sin un fuerte programa de becas? Porque, y hay que decirlo, los sectores de bajos recursos no acceden a la Universidad pública y gratuita. Así que, en este sentido, el ingreso irrestricto es una verdad a medias.
Es legítimo seguir reivindicando el espíritu de la reforma del 18, pero ya arrancó el siglo XXI, y la Universidad debe tener un proyecto que sintonice con las nuevas necesidades de la Argentina.
Ni en EEUU, Cuba, Chile, España, Brasil, Francia, Inglaterra, Israel, ni en ningún país del mundo existe la política universitaria que hay en Argentina, que combina ingreso irrestricto y total gratuidad de la enseñanza. La gratuidad en muchos países se mantiene o los aranceles son muy bajos, pero hay que encontrar con una lupa un país serio que no exija para ingresar a la Universidad pública algún tipo de examen de ingreso.
Eso sí, cualquier cambio deberá surgir de las propias facultades porque tienen autonomía, y hay que respetar sus propios mecanismos democráticos de gobierno. Pero eso no significa que la Universidad no rinda cuentas ante la sociedad, que es la que la sostiene económicamente con el pago de los impuestos.


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