Rodolfo Bella / La Capital
El cine, el teatro y la televisión se alimentan de las mismas ideas. Pero, mal que les pese a los popes del negocio del espectáculo, no siempre un producto exitoso en un formato lo es en todos. Cada medio tiene sus reglas y su suerte depende de esas reglas. Lo que está claro es que no hay satisfacción garantizada y que el veredicto final lo da el público. O el cliente, como gusta pensar a los espectadores la industria cultural, que siempre tiene razón. "El asadito", la versión teatral de la película de Gustavo Postiglione, nació de una idea del productor de espectáculos Claudio Joison, quien imaginó que el éxito que había tenido el filme, tanto en su exhibición en cines como en su edición en video, se trasladaría naturalmente a la sala La Comedia. Pero no fue así. La obra trabajó bien, tuvo buenas críticas, pero no fue el boom que se esperaba. En las 18 funciones que ofreció en las siete semanas que estuvo en cartel reunió 4.500 espectadores, una cifra interesante pero que no alcanzó para descorchar champagne. El fenómeno fue analizado por Daniel Briguet, experto en medios de comunicación y actor debutante en el elenco de "El asadito", quien comentó que el paso del cine al teatro fue una experiencia "bastante inédita dentro del cine nacional", y reconoció que el tibio interés del público se debió a que la pieza "no podía tener el mismo nivel de ruptura y novedad, ni tampoco la audacia que tuvo el filme". Según Briguet, el caso de "El asadito" tiene el mérito de ser pionero porque amplió la perspectiva de la escena rosarina: "La puesta en escena abrió una brecha porque no se limita al circuito teatrero -dijo-, sino que apunta a un público que no va con frecuencia al teatro. Si eso se sigue, puede ser piola para la cultura local". Desde su perspectiva de comunicólogo, Briguet señaló que cuando un programa televisivo se lleva al teatro se corporiza la imagen televisual. "Cada medio tiene un lenguaje particular que admite algunas cosas y repele otras -explicó-. Esto no debe ser una afirmación fatalista, aunque es verdad que no siempre domina la cuestión creativa". Un caso similar es el de "La muerte y la doncella", un texto de Ariel Dorffman que dirigió en Rosario Mario Vidoletti. La pieza tenía dos antecedentes exitosos: la película protagonizada por Sigourney Weaver y Ben Kingsley y la puesta en escena que cosechó aplausos en las principales capitales del mundo con protagonistas de la talla de Glenn Close en Nueva York. En la versión local de la obra el personaje de la mujer que se encuentra con su torturador fue interpretado por Mónica Alfonso. Vidoletti aseguró que la obra arrojó un balance negativo en la boletería, pero "fructífero" desde el punto de vista artístico. La pieza estuvo seis meses en cartel y cumplió 24 funciones, con un promedio de entre 25 y 30 espectadores por función. A su criterio, la baja recaudación pudo haber respondido a que el tema de las secuelas de un gobierno militar aún generan conflictos difíciles de elaborar por el gran público. En su intento por explicar el escaso interés que despertó la pieza entre los rosarinos, Alfonso, ganadora de un premio Estrella de Mar por el unipersonal "Desnuda de terciopelo", aseguró que en la mudanza de lenguajes "siempre hay algo que juega en contra y es la exigencia sobre lo que se espera, que siempre debe ser una instancia superadora de lo conocido". Sin embargo, la actriz prefirió no establecer diferencias entre éxito artístico o fracaso económico. "Creo que para los que hacemos teatro o cine en Rosario, lo económico no es lo primordial -enfatizó-, sino la pasión, además de una necesidad personal. En general no hay presunción de exito, sino un deseo, un trabajo que podés hacer lo suficientemente bien como para dejar una marca en la gente". La televisión, naturalmente atenta a la lógica de las mediciones de audiencia, no es ajena al fenómeno de llevar un éxitos de un formato a otro. Líderes del rating, desde "La familia Falcón", hasta "Chiquititas" y "Rebelde Way", ambas creaciones de la infalible Cris Morena, o "Son amores", apuntan sus esfuerzos a repetir el fenómeno televisivo. Jorge Maestro, guionista frecuente de los programas de Pol-ka, a cargo de la adaptación al teatro de "Son amores", y además de las versiones de "Montaña rusa", "Clave de sol" y "La banda del Golden Rockett", aseguró que no hay ninguna dificultad en el traslado de un formato televisivo al teatro porque el público ya sabe lo que verá y espera exactamente lo que ya conoce, pero en vivo. "Son amores" tuvo cincuenta funciones con un total de 56.540 espectadores en el teatro Opera, con capacidad para 2.000 espectadores. Según Maestro, los resultados de la tira de Pol-ka fueron una sorpresa para sus mismos creativos, y reconoció que para que el fenómeno televisivo se reitere en el teatro requiere de la complicidad de los espectadores. Maestro relativizó los términos de exito o fracaso artístico o económico con un ejemplo: "Es como decía Groucho Marx: «Que le pregunten a cualquier productor de cine o teatro que pierde 300 mil dólares cuándo un trabajo es un éxito artístico». ¿Qué significa un éxito artístico con un fracaso económico? Creo que si el producto y el trabajo es bueno, pero no tiene el apoyo del público, es un éxito para el arte o el artista y eso es todo. Por ahí pasa la cosa".
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