Quito. -Entre torbellinos de ceniza volcánica, los indígenas que venden sombreros Panamá o chifles (tajadas fritas de banana) son unánimes en expresar: "Votamos por Lucio, el hombre de los pobres". Adherentes al golpe de Estado del 20 de enero de 2000 contra el gobierno de Jamil Mahuad, que consideraban corrupto, los aborígenes apoyaron con devoción al coronel de izquierda Lucio Gutiérrez. "¡Mi elección es el coronel!", sonríe Mercedes Tamayo, 47 años, sacando la vista del poncho que reacomoda en este mercado artesanal de quechuas, la principal de las 28 comunidades indias, en pleno corazón de esta capital situada a 1.800 metros de altitud. La treintena de vendedores interrogados bajo los toldos de sus comercios justifican su apoyo al ex golpista. Los indios representan el 40% de los 12,1 millones de ecuatorianos. El sol hace relucir el collar de Mercedes, que viste el clásico sombrero de fieltro de los indios de Ecuador. "Lucio nos sacó de encima a Mahuad, no lo olvidamos", explica antes de retomar sus labores. ¿Su marido? "Salió a votar por Lucio, desde luego". David, hijo de Mercedes, no participará de los comicios por tener sólo 17 años, pero también elogia al candidato de los indios. "El coronel es el hombre de los pobres, va a gobernar para nosotros", dice. Para él, como para sus vecinos el millonario de la banana Alvaro Noboa, "sólo tiene como programa su dinero". Delante de una pila de Panamás, esos célebres sombreros de paja ultrafina fabricados cerca de la costa del Pacífico, Xavier, de 16 años, remplaza a sus padres, que también salieron a votar. "Ellos votan a Lucio, porque promete menos pero da más", confía. Entre dos frases, hace sonar su antara, flauta de los Andes con quince orificios. "Sueño con reunirme con mi hermano en Francia. Toca en las calles, porque aquí es muy duro ganarse la vida". Ocasionales golpes de viento levantan nubes de polvo gris en el mercado. Los ojos pican, lagrimean, la garganta se seca. Muchos visitantes tomaron la costumbre de usar como pañuelo un papel sobre la boca, o directamente una máscara, desde la erupción del volcán El Reventador el 3 de noviembre al noreste de Quito. Jorge López, 39 años, prueba uno de sus charangos. "Desfilé con mis hermanos para Lucio, porque no promete nada insensato, a diferencia de Alvaro Noboa, un demagogo típico", señala. Los visitantes tosen entre los comercios. A pesar de la limpieza del millón de toneladas de ceniza caída en la capital, tras las explosiones del cráter del volcán, esta ceniza gris se impregna por todas partes, se vuela al menor soplo de viento. (AFP)
| |