Año CXXXVI
 Nº 49.667
Rosario,
martes  19 de
noviembre de 2002
Min 18º
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Editorial
El escepticismo de los jóvenes

Desde hace más de un año el país se halla sometido a una de las más profundas crisis de su historia. Aún hoy se debate si el origen fue político o económico, si los factores externos fueron más gravitantes que los internos o si se trató de la pérdida de principios y valores esenciales de la comunidad. Lo cierto es que todos los sectores sociales han sido atravesados en mayor o menor medida por la inestabilidad institucional, con diversas consecuencias. Entre ellas, quizás las más lamentables sean la desesperanza, el descreimiento y el estado de abulia en el que ha caído la población.
Precisamente, la encuesta publicada anteayer por La Capital sobre el pensamiento de los jóvenes pone de manifiesto la dimensión que ha adquirido la crisis: ocho de cada diez adolescentes rosarinos no participan de ninguna actividad social, sólo concurren a la escuela, ven con pesimismo el futuro, descreen de las instituciones y de la dirigencia política y tienen más expectativas de conseguir trabajo en el exterior.
Se trata de un diagnóstico verdaderamente grave sobre la perspectiva de la Argentina, que no puede ser soslayado y que debe ser asumido desde las máximas autoridades hasta los padres de familia, pese a que muchos de estos últimos se hallen también invadidos por el descreimiento y la apatía. En sus distintos niveles, existen responsabilidades ineludibles para sacar a la República del actual estado de postración. En principio, rompiendo con la misma inercia que habita en los hogares, con la falta de diálogo con los hijos o la escasa participación en sus iniciativas. Pero además, involucrándose en las cuestiones públicas, desde el lugar que cada uno considere apropiado.
En cuanto a los funcionarios, su compromiso frente a la hora actual requiere de una entrega absoluta. De concejales a diputados, de secretarios a ministros, de intendentes a gobernadores, no se puede esperar más que una mayor disponibilidad de tiempo, esfuerzo intelectual, transparencia administrativa y eficiencia para intentar paliar en parte los grandes despropósitos que se cometieron con el patrimonio de la Nación.
Sólo con una fuerte demostración ética es posible que las nuevas generaciones comiencen a recuperar la credibilidad. Y esta es la materia pendiente que la clase política argentina todavía no aprueba.


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