| | Editorial Precaución que provoca tristeza
| La decisión adoptada por la Municipalidad de preservar cincuenta bustos y esculturas de bronce reemplazándolas por réplicas de cemento causó entre quienes se iban enterando de la noticia una sensación en la que se mezclaban la incredulidad y la tristeza. La ola de robos y vandalismo que azota los parques y plazas de Rosario es el obvio disparador de la medida de profilaxis, aunque la consecuencia de ésta no es otra que la pérdida para la ciudad de la posibilidad de contemplar valiosas obras de arte, que enriquecían notablemente el paisaje urbano. Lo ocurrido se asemeja a una reacción típica de quienes se enfrentan con la inseguridad cotidiana. Suele suceder que, al instalarse el miedo, los cuidados y recaudos que se toman acaban empobreciendo y limitando de tal modo la vida que en muchos casos pareciera ser peor el remedio que la enfermedad. Amplificando el ángulo del análisis, en cierta medida lo que ha sucedido evoca también la imagen de aquellas sociedades que, amenazadas por un enemigo difuso, incrementan hasta tal punto los niveles de control interno que terminan generando el terror que intentaban combatir. Ambos ejemplos adolecen sin dudas de tremendismo, pero en los hechos lo sucedido implica -para los ciudadanos- lo mismo que un robo concretado con éxito. Por tal razón, urge inaugurar un lugar alternativo de exposición de los bustos sustituidos, y no que las obras acaben en un ignoto depósito. No deben interpretarse los conceptos anteriores como una crítica unilateral a la resolución tomada por el municipio, sino como una reflexión sobre el duro estado de las cosas. Una sociedad azotada por la crisis, como lo es la argentina, corre el riesgo de adoptar rasgos caníbales para terminar, por fin, devorándose a sí misma. No ceder al miedo es una consigna clave. Se trata del primer paso para reconstituir, con paciencia y trabajo, los lazos rotos en años de ignominia.
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