Rita Souble
Naicó, uno de los tantos pueblos de La Pampa que surgieron y crecieron junto al ferrocarril, es ahora un centro turístico rodeado de bañados, lagunas, cerros, bosque de caldenes y animales autóctonos. Un sitio donde realizar caminatas, cabalgatas, avistaje de aves y travesías en mountain bike, además de supervivencia. Y todo muy cerca de Santa Rosa. El historiador pampeano Raúl Hernández dice de Naicó que el hecho de haber sustentado su crecimiento en una actividad central, como la explotación del caldenar, promovió en su momento un interesante desarrollo pero también marcó su ocaso, cuando la hachada perdió importancia y el tren dejó de pasar. En aquellos tiempos de esplendor era frecuente que se publicaran avisos en los periódicos pidiendo 2.000 hacheros para los obrajes de Naicó y Anzoátegui, esta última población cercana al río Colorado. La estación ferroviaria convirtió a Naicó en centro de reunión de indios, inmigrantes y criollos, que con el proceso de crecimiento instalaron allí fondas, almacenes de ramos generales y también panaderías y herrerías. Para el historiador ese fue el primer núcleo poblacional espontáneo, que como ocurre con frecuencia no se lo considera como fundacional. También dice que el auge poblacional, cerca de un millar, se registró alrededor del 1900, con el asentamiento de unas setenta familias de colonos rusos. La decadencia llegó con la crisis de la década del 30 y los años de cenizas, sequías y plagas. En ese tiempo los productores se endeudaron, las explotaciones forestales disminuyeron y también comenzó la apertura de la ruta 35, que se presentaba como incipiente competidora de los trenes. Más allá de una pequeña reactivación durante la Segunda Guerra Mundial por la falta de carbón de Cardiff que alimentaba a las locomotoras, la antigua bonanza nunca regresó. Y el ocaso del pueblo sobrevino con la terminación de la guerra, la pavimentación de la ruta y la crisis del ferrocarril. Con una población de apenas dos o tres familias que estoicamente vencieron el paso del tiempo y las adversidades -de ahí su denominación de "pueblo fantasma"- Naicó (en lengua aborigen "aguas que bajan"), es hoy un centro turístico que satisface la demanda de vacaciones al aire libre, a la vez económicas y con buena recreación. Más allá del valle que ocupa, Naicó tiene sitios arenosos y extensas zonas salitrosas, como también manantiales que drenan hacia lagunas y bajos, cuando la sequía aún no se instala en la comarca. El nuevo paquete turístico que ofrece el lugar se denomina "aventuras Naicó", y recorre un pueblo olvidado al que azotan vientos e incendios, y un olvido que el paseo pretende desterrar recreando la mística de aquella vieja pujanza. Los turistas pueden caminar por senderos marcados, observando la flora y la fauna del lugar, especialmente las aves, y llegar hasta el viejo tren descarrilado de Puente Negro. También se puede subir hasta el cerro Panorama y observar el paisaje a través de un telescopio. Además organizan un interesante paseo guiado de supervivencia para gente con óptimo estado físico, cuyo objetivo es aprender a vivir con escasos recursos. Para los fanáticos de las bicicletas de montañas -que los organizadores también alquilan- hay un trayecto de 60 kilómetros que parte desde la ciudad de Santa Rosa, y que incluye asistencia mecánica y un refrigerio en la cercana estancia El Ñandú. Precisamente desde esa estancia parten las cabalgatas que recorren los cerros aledaños, un paseo que incluye una noche de alojamiento y las comidas.
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