Gabriele Chwallek
Washington. - No sólo los inspectores de armas de la ONU se preparan para un próximo viaje al golfo Pérsico. Los preparativos estadounidenses para una guerra siguen a toda marcha. Por ejemplo en Hampron Roads, estado de Virginia, donde un buque está siendo cargado con armamento pesado, incluyendo barcas de remolque y elevadoras de horquilla, que prepararán numerosos puertos en la región del Golfo para la llegada de tanques y vehículos blindados. Efectivamente, en Washington reina la convicción de que el presidente iraquí, Saddam Hussein, demostrará una vez más ser el mentiroso estafador que Estados Unidos ve en él hace tiempo. En otras palabras, casi nadie en Estados Unidos cree que Saddam acepte desarmarse sin el uso de la fuerza. Los pocos que sí lo consideran posible, estiman que los preparativos son necesarios para presionar al mandatario iraquí y convencerlo de que, esta vez, la cosa va en serio. "Precisamente ahora, debemos continuar", indicó un alto funcionario estadounidense al Washington Post. "Tiene que haber más ruido que antes para que Saddam comprenda por fin", apuntó. Tampoco es casualidad que dos grandes diarios estadounidenses hayan informado detalladamente sobre los planes "secretos" de guerra presuntamente aprobados por el presidente George W. Bush. Sin embargo, Saddam Hussein no podrá encontrar ninguna sorpresa ni detalles importantes en las páginas de los periódicos. Los expertos militares estadounidenses saben hace tiempo que, de lanzar una ofensiva contra Bagdad, ésta deberá ser rápida y precisa. El primer objetivo será aislar a Saddam y a sus más estrechos colaboradores para que no tengan posibilidad de utilizar las armas de destrucción masiva que, según Washington, Irak guarda en su arsenal. El paso siguiente consistirá en tomar rápidamente el control de Bagdad y evitar así una sangrienta lucha callejera. Los asesores militares de Bush creen también que será conveniente desplegar tropas terrestres en la primera fase de una eventual guerra, para fortalecer el uso de armas de precisión y minimizar el número de víctimas civiles y los daños a la infraestructura. Luego comenzaría la guerra de propaganda con el objetivo de que los soldados iraquíes se pasen a las filas estadounidenses y convencer a la sociedad iraquí de que los invasores están allí para liberarlos y traer una vida mejor. Seguramente, las imágenes de viviendas y hospitales destrozados dificultarán esta tarea. El principal temor estadounidense radica en que Saddam consiga aparecer como un mártir perseguido por el imperio. "Si no puede vencer militarmente, podría buscar otro tipo de victoria. Por ejemplo, fotografías de civiles muertos y ríos de sangre en la televisión internacional", cita The New York Times al experto en Medio Oriente Yossef Bodansky. En tanto, los consejeros militares estadounidenses coinciden en que la fecha más favorable para atacar sería en enero o febrero, cuando las temperaturas son todavía soportables, un punto importante a tener en cuenta si los marines deben cargar los pesados equipos para protegerse de armas químicas y biológicas. (DPA)
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