Año CXXXV
 Nº 49.654
Rosario,
miércoles  06 de
noviembre de 2002
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Opinión: La peor manera

Ricardo Petunchi / La Capital

Los dirigentes de Central demostraron, una vez más, que sus decisiones suelen transitar por caminos contrarios a la sensatez y el sentido común. Sólo así se puede concebir este patético y triste final para César Luis Menotti en Central.
Vesco y compañía tienen las atribuciones para decidir cambios en la conducción técnica. Para eso están. Y casi no quedan dudas de que, al influjo de los pobres resultados, el ciclo Menotti se fue muriendo de a poco. De muerte natural.
Algunas decisiones, por más ingratas que resulten, son inevitables. Eso sí: hay distintas formas de hacerlo. Con consenso, procurando salidas equilibradas y sin perjuicio para las partes. En síntesis, con respeto y responsabilidad, asumiendo las consecuencias.
Hay otra manera. Desprolija, injusta, sin transparencia. Casi a escondidas. Es muy poco serio no dar la cara cuando hay que hacerlo. Esa fue la que implementaron los dirigentes de Central. Por supuesto, también tiene consecuencias.
Vamos por parte. Tal vez Vesco crea que ejecutar a un técnico públicamente, echarlo por la puerta trasera sin tener en cuenta la historia ni la trayectoria, sin respetar lealtades ni códigos, revitalice su autoridad. Error, escribano, gran error.
La autoridad se fortalece con coherencia, rectitud y respeto. Virtudes que no siempre distinguieron su conducta. Gritar "yo no lo traje", no es serio ni creíble. Al menos no ahora, sobre el cuerpo del moribundo. Lo hubiese dicho cuando Menotti ganaba. Pero ahí hizo silencio. Entonces no puede mirar para otro lado.
El resto de la comisión directiva, que fue en procesión a pedirle que apagara el incendio hace siete meses, ni siquiera pudo decirle en la cara que el ciclo estaba terminado.
Pero hay otra cuestión. Esta partida traumática condicionará sin dudas a Miguel Russo, un técnico que deberá rodearse de mucha calma para sacar a Central del pozo más temido.
Los hinchas, que no silbaron a Menotti siquiera tras el paupérrimo partido frente a Estudiantes, cuando el equipo deambuló sin alma por la cancha, le pusieron el pecho a este momento. Y más allá si querían que el técnico siguiera o no, seguramente esperaban que el final llegase de la mano del respeto e, incluso, del reconocimiento.
Los dirigentes mostraron, una vez más, que no están a la altura de las circunstancias. Cuando el fuego comenzó a apretar, trataron de no quemarse y empujaron al bombero a las llamas. Fue tarde: igual salieron chamuscados. Y no es la primera vez.


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