| | cartas El ministro en el tejado
| Sólo desde las alturas se aprehenden las realidades, sostienen algunos pensadores. Influenciado tal vez por esa doctrina, el ingeniero Bondesío se trepó a los techos del geriátrico provincial. Lamentablemente, no pudo palpar lo que estaba muy próximo a él, al ras del suelo. Señor ministro de salud: ¿conversó usted con los médicos, enfermeros, pacientes y con el personal de mantenimiento?, ¿se enteró de sus desvelos y luchas por mejorar la atención de los internados, cuando los intereses gubernamentales se centran en mantener el precario equilibrio económico de una balanza, cuyo fiel se inclina por desfavorecer al más débil? Usted se alarmó por los 17 gatos que contó, pero no pudo percibir que la naturaleza es más sabia que la sociedad, y por ello le obsequió a un grupo de ancianos abandonados por sus allegados un ser sumiso y agradecido, dispuesto a recibir las caricias de esta gente, y a responder con una mirada tierna o con la proximidad de un cuerpo tibio y cálido. Tal vez esos gatos son la única ancla que aferra a la vida a esos viejitos relegados por una comunidad que no sabe, no puede, o no quiere enfrentarse a sus propias declinaciones. Señor ministro, hay muchas irregularidades en el sistema. Y usted las puede conocer mejor que yo. Estas son: la falta de insumos, los sueldos paupérrimos, la escasez de personal, la inexistencia de una verdadera política de perfeccionamiento sanitario, la precariedad del mantenimiento de los edificios y muchos otros. Ningún director de hospital, empleado -incluso felino- puede ser culpado por esas falencias estructurales. Las alturas sólo favorecen a quienes son capaces de creer que las utopías aún existen y son posibles Sara Andrasnik
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