Año CXXXV
 Nº 49.638
Rosario,
lunes  21 de
octubre de 2002
Min 12º
Máx 18º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Reflexiones
El rechazo a la obstinación unipolar

Pablo de San Román (*)

La distinción al ex presidente norteamericano James Carter con el premio Nobel de la paz constituye, más allá del reconocimiento personal, es una seria advertencia sobre el tipo de liderazgo (unipolar e ilimitado) al que el mundo se dirige. Al distinguir a Carter, la institución sueca desafía el determinismo planteado por Washington y renueva el debate sobre la naturaleza del orden mundial.
Este hecho se suma a la cautela evidenciada por las potencias europeas (Francia y Alemania entre ellas) en brindar un apoyo absoluto a una acción unilateral de EEUU sobre Irak, y en permitir una agresión bélica sin restricciones sobre ese territorio. Los principales líderes políticos han expresado que una decisión de este tipo debe contar primero con la aprobación de las instancias multilaterales.
¿Podemos interpretar estos hechos como un llamado internacional a la sensatez? ¿Constituyen estas reafirmaciones un desafío a la unipolaridad global? En ambos casos sí. La comunidad internacional está dejando ver que no tolerará, o al menos consentirá, un determinismo unipolar norteamericano con respecto a temas sensibles de la agenda global. Entre ellos, la guerra.
El caso de la nominación de Carter es particularmente importante. Sobre todo porque proviene de un ámbito alejado de las concepciones de poder y realismo. Porque en definitiva, es un símbolo del pensamiento y la ciencia el que está cuestionando el determinismo bélico. James Carter ha sido un ácido crítico de la postura adoptada por la Casa Blanca con respecto a la intervención en Irak. Ha dicho, por otra parte, que lo que debe primar en el contexto de naciones es la consulta, el consenso y el rechazo sistemático a la arbitrariedad.
Los otros ejemplos (las posturas reticentes de Alemania, Francia, Rusia, etc.) son más comunes en el ámbito internacional. Responden a una lógica de poder "normal" en la relación entre los Estados. Es más fácil de entender por cuanto expresan una reticencia a aceptar un liderazgo global de otra potencia. Sobre todo porque este liderazgo carece de límites y porque no se sabe qué puede ocurrir en el futuro.
Desde el campo de la ciencia como desde el poder, se ha gestado un rechazo a la obstinación unipolar. Es un intento por desarmar el "cuello de botella" al cual el presidente Bush ha encaminado al mundo. Este llamado de "con nosotros o contra nosotros" erosiona profundamente el sentido democrático de la comunidad internacional.
No estamos diciendo aquí que el terrorismo deba quedar impune. Que los atroces atentados del 11 de septiembre deban ser rápidamente superados. No. Esta no es la postura. Pero ello no debe conducir a determinismos sin salida que, en muchos pasajes de su historia, la humanidad ha padecido. Por el contrario, debe primar el equilibrio y el respeto hacia los principios consagrados, entre otros, por las Naciones Unidas. Paradójicamente, las mismas Naciones Unidas que EEUU contribuyó a formar con el impulso, en el período de entreguerras, de la Sociedad de Naciones.
El mundo ha alcanzado un nivel de conflictividad preocupante. Los enfrentamientos en Medio Oriente, las guerras intestinas en frica, la acción de los fundamentalismos, componen una realidad compleja y difícil en cuanto a soluciones. También fértil para la formación de nuevas teorías focalizadas en descubrir los motivos por los que el mundo se estremece. Desde conflictos de civilizaciones hasta luchas por el prestigio y el honor de la nacionalidad. Todo forma parte del escenario actual.
La Academia de Estocolmo ha producido una advertencia. Ha querido decir que no todos piensan de la misma forma. Que existen otros caminos antes que la univocidad global para combatir el terrorismo. Que no es necesario embarcar a toda la humanidad a un juego de suma cero, cuyo final no está comprobado. Y lo valioso del hecho es que no responde a un típico juego de presiones de poder, sino a la opinión de un foro de pensamiento.
Lo que resta preguntarse ahora es si el gobierno de los Estados Unidos tendrá la suficiente amplitud como para entender este reclamo. Como para advertir que no sólo recibe el cuestionamiento de las principales potencias, sino que son los hombres de ciencia quienes manifiestan su inquietud. Y a partir de ello generar una revisión profunda de su estrategia y fundamentación.
La asignación de los premios Nobel siempre ha generado controversias. Los mismos argentinos hemos reclamado con ardor el reconocimiento -merecido en la opinión de quien escribe- de Jorge Luis Borges. Pero esta vez asume una significación particular. La Academia ha elegido a un hombre que cuestiona, desde su prestigio y su conocimiento, el determinismo por el que el mundo se ha encaminado. Ha lanzado, para quien lo quiera entender, una voz de alerta sobre el futuro de las relaciones entre los pueblos.

(*) Licenciado en Relaciones Internacionales


Diario La Capital todos los derechos reservados