Edmund Burke es un norteamericano que desde hace décadas estudia los distintos aspectos de la responsabilidad social de las empresas. Estuvo en la Argentina disertando sobre las obligaciones y los beneficios del sector privado en materia de compromiso con la sociedad, y como parte de su visita llegó a Rosario invitado por el Programa Hacer. La Capital lo entrevistó para conocer su enfoque sobre un tema que figura en las agendas de todas las empresas del primer mundo pero que para la mayoría de las compañías argentinas es apenas una curiosidad. -El tema de la responsabilidad social de las empresas está aún en pañales en Argentina. ¿Es propicio un momento tan crítico como el actual para fomentarlo? -Un tema con el que tienen que tratar las ONG y las empresas en forma permanente es con la crisis. Y la crisis no es patrimonio de la Argentina. Siempre digo que a los problemas hay que tomarlos y enfrentarlos, que son parte de la realidad. La responsabilidad empresaria se está transformando en una parte indispensable del éxito de las empresas de hoy y estoy seguro de que los argentinos lo irán entendiendo. Sin dudas es difícil que se agende el tema, pero esta es la oportunidad para empezar a construir los cimientos. Hay que transmitir y transmitir (sic) el mensaje de que es necesario unir a la comunidad empresaria con las ONG, construyendo alianzas entre ambas. -Hay muchos empresarios que suelen ver a determinadas ONG como sus enemigos porque sienten que los controlan y en algunos casos hasta los "escrachan", ¿qué opina al respecto? -Creo que esa es una postura del pasado. Una actitud antigua que está cambiando aunque, claro, sucede. Los empresarios tienen que comprender que su función pasa también por satisfacer las expectativas de los distintos grupos de la comunidad, de las ONG. En los últimos tiempos, he visto casos de miembros de ONG que se han peleado muy duro, cara a cara, con empresarios, pero esa discusión termina siendo positiva. Además, en todo el mundo se multiplican los grupos de personas que se unen con fines comunes, con fines solidarios y superadores. Miles de personas se reúnen, se organizan, y esa es una revolución que no se detendrá. Las empresas deben comprenderlo. -En Argentina, esta movida recién empieza. -Es verdad, hay otras preocupaciones, pero una cosa no quita la otra. Es cierto que en Estados Unidos, incluso en Japón, las generaciones nuevas están viviendo en una era de prosperidad, están cosechando un futuro bastante bueno que les dejaron sus antepasados. No están preocupados por la economía o los salarios, están ocupados en otras cosas como el medio ambiente, la seguridad y la salud de quienes trabajan, y eso genera que el compromiso entre empresas y ONG sea mucho más fluido. -El universo de las ONG es muy amplio, entonces, ¿qué tipo de empresas deben relacionarse con qué tipos de ONG? -Creo que cada empresa debe mirarse a sí misma y decidir dónde y cómo presta su colaboración, cómo se compromete con la comunidad. Las empresas que pertenecen a la industria de los medios de comunicación no se relacionarán seguramente con las mismas ONG con que se relaciona una compañía de gas. Allí entra en juego muchas veces la necesidad de contar con un programa específico, a la medida de cada empresa que le enseñe cómo planificar su relación con una ONG. Hay un plan individual para cada empresa; esto es como los planes de marketing, no puede haber uno solo para todas. -Existe la idea de vincularse con una ONG a través de una donación mensual de dinero, ¿es así como debe encarase la relación? -No, es un gran error. Ninguna empresa debe pensar en juntarse con una ONG de manera estrictamente económica. Esa es la idea antigua de colaboración en la que los directivos de la empresa piensan: "Nosotros le damos la plata y nos desentendemos". Hoy, la gente, el cliente, exige otro tipo de compromiso por parte de la empresa, quieren que la empresa se comporte de manera coherente. No se puede poner plata para colaborar con una ONG que trabaja en favor del medio ambiente y contaminar con la fábrica. No se puede colaborar con una fundación que pelea contra el cáncer de pulmón y dejar que los empleados fumen en las oficinas. No se puede ser socio de una ONG que trabaja por la igualdad social y sus dueños tener comportamientos tiranos. Le doy un ejemplo: la firma Walt Disney -que siempre colaboró con entidades de la sociedad- pensó en construir un parque temático en el norte de Virgina y finalmente lo paró una ONG, una pequeña sociedad histórica que impidió que se hiciera un desastre ecológico. Esos son ejemplos de lo mal paradas que quedan algunas empresas que se comportan de manera irreflexiva, lo que influye negativamente en la mirada que el cliente tiene de la compañía y en el rendimiento de esa compañía.
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