¿Da igual para la Justicia que el 60 por ciento de los diputados que asistieron a la sesión en la que se trató el juicio político votaran a favor de enjuiciar al presidente de la Corte Suprema de Justicia Julio Nazareno?
¿Cuál fue el costo real de la victoria oficialista?
"Evita a enemigos superiores", advirtió siglos atrás el sabio chino Sun Tzu en sus escritos, recopilados bajo el título "El arte de la guerra".
Con jugadores acostumbrados a resolver sus movimientos de acuerdo a especulaciones de poder antes que a criterios que atienden al bien público, resulta incomprensible el desconocimiento oficialista de la premisa central del más renombrado filósofo de la guerra.
Sin embargo, a principio de año, el duhaldismo amaneció con la decisión de enjuiciar a la Corte Suprema de Justicia ante la intuición de que los altos magistrados desafiaban su poder con fallos destinados a socavar la política financiera del Poder Ejecutivo.
No era una cruzada nacida de la convicción. En la reducción que acostumbra exhibir gran parte de la política argentina, el motivo que movió a los operadores del gobierno fue la necesidad de contraatacar y obligar a los magistrados a firmar un acuerdo.
El presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, decidió conformar la comisión de Juicio Político y colocar al frente a Sergio Acevedo, un referente del santacruceño Néstor Kirchner, inasible a la conducción parlamentaria del justicialismo.
El proceso del juicio político se puso en marcha y en la comisión se formó una alianza espontánea de justicialistas rebeldes como Acevedo, representantes del ARI y del radicalismo, la que adquirió inusual autonomía y redactó una extensa acusación con medio centenar de denuncias.
Como contrapartida, la Corte Suprema mostró signos de endurecimiento, y a sus manos llegó una bala de plata: la disputa judicial por la pesificación y la posibilidad de derribar como un castillo de arena el armado financiero del Ministerio de Economía.
Recién entonces el duhaldismo leyó a Sun Tzu: "Si tu y tus fuerzas están con ánimo y ellos desmoralizados, entonces, aunque sean más numerosos, puedes entrar en batalla. Si tus soldados, tus fuerzas, tu estrategia y tu valor son menores que los de tu adversario, entonces debes retirarte y buscar una salida".
Orden de retirada
Sin contar con el aporte multiplicador de la convicción, el gobierno dio la orden de retirada. Las dificultades para reunir quórum en soledad sólo demoraron el final anunciado.
Ayer, finalmente, con sus soldados cansados y con pertrechos a la rastra, después de escuchar durante horas los argumentos de los acusadores, el oficialismo tuvo los votos suficientes como para presentarle a la Corte Suprema la bandera blanca de la rendición.
El precio pagado por la representación es todavía un misterio que debe ser develado en el enigma de los meses que vendrán.