Acto 1: Durante la entrevista que Menotti le concedió a Ovacion el miércoles de la semana pasada, el técnico destacó la nobleza de sus jugadores y sugirió que quizás sea conveniente que los suyos, en base a habilidad, obliguen a los rivales amonestados a cometer infracciones para forzar la expulsión. Y citó un ejemplo de su época de jugador, cuando él le hizo ver la tarjeta roja a un adversario. Ante esto uno de los periodistas también le puso como ejemplo el "hacer tiempo cuando se va ganando", lo que el Flaco rechazó de plano, fiel a su transparente forma de vivir el fútbol. Acto 2: Promediaba el minuto 80. Gustavo Barros Schellotto le comete supuestamente una infracción a Pablo Monsalvo, quien se arroja al piso al ver a un compañero que así se lo indica mientras tira la pelota afuera. Oscar Sequeira amonesta al volante canalla, quien le reclamaba airadamente al Loncho Ferrari que hiciera rápido el lateral para evitar la demora buscada. Cuando el jugador visitante se levantó, Ferrari ejecutó el saque dándosela al Mellizo, quien no devolvió la pelota porque entendió que el partido no estaba para cortesías. Y la situación de su equipo tampoco. Acto 3: Las convicciones siempre son respetables, pero ningún pensamiento purista se lesiona si un equipo utiliza los recursos habilitados por los usos y costumbres del juego. Más cuando las circunstancias así lo indican. Sí al fútbol sin trampas. Pero también sí al fútbol con picardía.
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