Año CXXXV
 Nº 49.624
Rosario,
lunes  07 de
octubre de 2002
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Opinión: El fútbol no sólo es un juego de ataque

Miguel Pisano / La Capital

"El fútbol es juego de ataque", escribió el maestro Julio César Pasquato en una sepiada nota de El Gráfico. Más allá de la declamación de fe menottista que hacía Juvenal, la premisa parece tan cierta como que es mucho más fácil salvarse del descenso con un equipo y un técnico que salgan a buscar la victoria en todas las canchas, máxime con el actual sistema de puntaje.
El juicio le cae como anillo al dedo a la situación de Central, un equipo que ataca tanto por una cuestión de filosofía de juego de su técnico, el Flaco Menotti, como por las características de sus jugadores, que se sienten mucho más cómodos en esa posición que cuando deben defender. Y, si no, que lo digan el propio Menotti, que aseguró que contra River salieron a ganar porque jugaron un partido "de aventureros" y que contra Huracán jugaron "un primer tiempo de lujo", y Castellano, que aceptó sin vueltas: "No sabemos defender".
Claro que si bien es cierto que Central fue consecuente con su idea de atacar aún hasta cuando se puso 2 a 0 en apenas diez minutos contra Huracán, también lo es que el Globo le empató con dos pelotazos cruzados sobre una defensa tan estática como en línea, en sus únicas dos llegadas del encuentro.
En realidad, Central siguió jugando de la misma manera cuando empataba que cuando ganaba por dos goles porque es de la única que sabe hacerlo, pero el principal yerro pareció consistir en sacar del equipo a Germán Rivarola, de floja actuación contra River pero el marcador lateral izquierdo más experimentado del plantel, justo en el primer partido en el que no contaba con el Cata Díaz, el principal baluarte defensivo canalla. Y en este punto cabe despejar cualquier duda sobre las condiciones del pibe Emiliano Papa, un buen volante izquierdo, pero que carece del oficio y la agresividad psicofísica indispensables para marcar una punta y cerrar como último hombre una de las jugadas ofensivas más simples: el pelotazo cruzado.
El otro gran déficit auriazul consistió en su preocupante falta de definición, sobre todo en comparación con la cantidad y la calidad de llegadas claras. En este punto Central cometió el imperdonable pecado del cazador que deja presas heridas: no definió el partido cuando contó con varias situaciones claras para hacerlo, se dejó empatar con un par de pelotazos calcados, después el partido fue otro y tampoco acertó ni el tiro del final. Y en el balance no sólo perdió la presa del triunfo sino que casi se lo devora el león de la derrota.
"Central jugó bien, pero estos son los dos primeros puntos que me duelen", confió un hincha con demasiados años de fútbol encima, después de reconocer la buena campaña del equipo del César. Y es tan cierto que Central les descontó puntos a los rivales directos en la pelea contra el descenso y su saludable vocación ofensiva, como que saber defender bien y anticipar también son parte del fútbol. Tanto como que no deberían haberlo sorprendido tan fácilmente con un par de pelotazos cruzados.


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