Año CXXXV
 Nº 49.616
Rosario,
domingo  29 de
septiembre de 2002
Min 12º
Máx 24º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Made in la villa. La escuchan en el boliche pero pocos se atreven a ir a la bailanta
La cumbia villera se coló en el gusto de los jóvenes de clase media
Aceptan que el fenómeno, que tuvo su auge en el 2000, es una moda. Pero les divierte la música

Carla Rizzotto / La Capital

La cumbia villera se coló entre los adolescentes de clase media e invadió sus gustos, aunque con limitaciones. La escuchan porque les divierte y está de moda, pero les aterroriza la idea de que los asemejen con "esos pibes de la villa" que les cantan a la "falopa", las "trolas" y el "vino". Ellos mismos se encargan de marcar las diferencias: se enloquecen cuando oyen ese tipo de cumbia pero lo hacen en el boliche, son contados los que se atreven a pisar una bailanta. Saben que las canciones hablan de la droga pero de ninguna manera piensan que por oírlas vayan a drogarse, algo que sí podría suceder entre "los chicos que no tienen una buena educación y formación". Quienes están en contacto o estudian este fenómeno aseguran que es una moda, pero que "pegó muy fuerte".
Atrás quedaron fenómenos como los de Rodrigo y Walter Olmos, con sus canciones de cumbia romántica. Y más todavía Ricky Maravilla, con su conocido tema "Qué tendrá el petiso". Hoy lo que escuchan los adolescentes son letras que hablan de la droga, el sexo promiscuo, la cárcel y el alcohol: "Dejaste la cocaína, dejaste la marihuana, largaste a todas tus minas y el vino en damajuana (...) pero nunca dejarás de tomar pastillas", se escucha en boca del grupo de música Los Pibes Chorros".
Esta banda, junto con Damas Gratis y Yerba Brava, es la más renombrada dentro de este tipo de cumbia. Son grupos que nacieron en las villas porteñas y que alcanzaron un auge en el 2000. El manager y letrista de Yerba Brava, Fabián Gamarra, sostiene que "la mayoría de las letras cuenta historias de amor. Nosotros quisimos llegar más allá, cambiar la rutina, reflejar la pobreza y el desempleo".
Los especialistas que se detuvieron a analizar las letras de esas canciones aseguran que "a través de un medio de expresión como la música estos pibes marcan su presencia. Es una manera de decir «acá estamos y acá nos vamos a quedar porque somos parte de esta sociedad»" (ver página 13).
Dentro de la clase media, quienes más se volcaron a este tipo de cumbia son los adolescentes. "Es imposible no conocer las letras porque las escuchás en la radio, la televisión, los boliches y en cualquier lugar donde vayas", dicen. Es más, para las confiterías que reciben ese público es casi una obligación pasar aunque sea un tema de cumbia villera.
"Es lo único que los levanta, cuando pongo un tema de cumbia villera el boliche explota. Y me sorprende porque no son chicos de clase baja, que a lo mejor pueden llegar a identificarse con esas canciones. Tenés que ver cómo saben los temas", relata el disc jockey de la confitería para jóvenes Club 84, Miguel Garde. Lleva 18 años como DJ y dice que nunca vio "una moda igual. Es una generación perdida", exagera.
Lo mismo opina quien estuvo encargado de poner música en la fiesta de la primavera en La Florida. "Cuando están en masa, lo único que se puede hacer es poner cumbia villera", afirma Charly. De hecho, ese día bastó con que sonara un tema de estos grupos para exaltar a los 20 mil jóvenes que estaban en el balneario.
"Está bueno para bailar y para divertirse porque el ritmo te mueve. Pero no me compraría un compact", cuenta Cecilia, de quinto año del colegio La Salle. Eso sí, "si no pasan cumbia en el boliche me aburro mucho", agrega.
Entre los adolescentes consultados por La Capital sólo unos pocos confiesan haber ido a una bailanta. La mayoría sostiene que nunca entraría a "esos lugares". Julián, de segundo año del polimodal del Colegio Parque de España, sí fue: "Es un ambiente distinto, más pesado. Por eso siempre es bueno ir con chicos que son de ese palo (ambiente)", recomienda.
Ese fue justamente el recurso al que echó mano Pablo, de primer año de polimodal de ese mismo colegio: "Para ir a Casino (boliche de cumbia) llamé a mis amigos de fútbol de Central Córdoba. Si voy con los chicos de mi curso se puede llegar a armar lío porque nos dicen que los caretas no podemos estar en esos lugares", cuenta.
Los amigos que lo acompañan en la charla con este diario no dejan escapar este comentario: "Muchos chicos se hacen los amantes de la cumbia villera, se la tiran de rebeldes y después van a bailar a los boliches más caretas", acusan.
Así como el consumo de drogas no es ajeno a las letras, tampoco lo es en las consideraciones de los pibes. "Yo quiero tomar vitamina", dice la canción, y todos interpretan que se trata de cocaína. Pero ellos no creen que las letras funcionen como una apología de la droga, no por lo menos entre los chicos de clase media. Para el resto de los sectores sociales tienen una opinión apartada: "A lo mejor puede llegar a influir en los pibes que no tienen formación. Alguien que no cuenta con apoyo de su familia puede entrar en la droga por escuchar esa música", dicen.
"Sabemos que las letras son una porquería, pero no por eso vamos a dejar de llevarnos por el ritmo", comenta Florencia, de segundo año del polimodal del Dante Alighieri. No se detienen a analizar el contenido de los temas porque los escuchan para divertirse. Y porque son conscientes de que es una moda, y como tal, "va a pasar".



Todos bailan cumbia villera, pero pocos compran CDs. (Foto: Enrique Rodríguez)
Ampliar Foto
Notas relacionadas
Un personaje cumbiero que surgió de la televisión
Gabriela Cicallese: "Esa música los hace de alguna manera rebeldes"
Diario La Capital todos los derechos reservados