Leonardo Graciarena / La Capital
Ya está. Carlos Getzelevich despejó las pocas dudas que quedaban y, uno a uno, dio los 12 nombres para apostar a la ilusión. En la lista hay para todos los gustos. Hay experiencia, mundiales, horas de juego, muchachos de la cantera formativa que comenzó en la gestión de Daniel Castellani, el técnico anterior... Están Milinkovic, Weber, Conte, el Negro Elgueta, el Caño Spajic, el líbero Meana. Nombres hay, ahora habrá que ver cuánto es el hambre de gloria que tiene el equipo nacional de vóleibol masculino para seducir a la victoria y hacer un gran papel en el Mundial en Argentina. Ya está. No hay espacio más que para saltar sobre el Taraflex, jugar y tutearse, a fuerza de garra y entrega, con el destino. No será fácil para el equipo de vóley nacional jugar un Mundial en casa a la sombra de los grandes resultados obtenidos en el último tiempo por los primos del básquet, la formidable camada de jugadores que explotó en el hockey sobre césped y el grandioso momento que vive el tenis. También en la mochila del fanático que alentará al equipo está el fracaso del dream team futbolístico en este año mundial y la crisis económica que parece moler a palos hasta al más creyente. El grupo que le tocó "en suerte" a Argentina -desde hace años ni el más fanático deja de advertir que al organizador se lo coloca en una zona accesible- es para ganarlo sin despeinarse. Todo depende de Argentina y tal vez en esta formulación está la gran trampa. Tanto la Australia conducida por Jon Uriarte, el equipo chino (que viene de vencer a Italia en el marco de la Liga Mundial) y Portugal -que con sus dos victorias en Lisboa marginó a los de Getzelevich de la World League este año- no debieran representar un obstáculo serio. Primero, ninguno de los tres rivales forma parte de la elite de equipos que pueden ganarle a cualquiera, como sí ya lo demostró Argentina. Segundo, estos equipos vienen a jugar un triangular para pasar a la próxima ronda escoltando al local. Ninguno piensa en desbancar al que, a priori, sería el caballo del comisario. Pero el tercer punto es el de temer: todo depende de lo que Argentina haga. Y sólo en este punto se podría escribir un libro de triunfos soñados que no se cristalizaron por méritos propios. Sin ir más lejos, este año Argentina pretendía clasificar segundo detrás de Brasil y pasar a la ronda final de la Liga Mundial, algo que nunca ocurrió. Sendas derrotas frente a Polonia y Portugal hicieron que el proyecto quedara postergado para otro momento. Quizás para el año próximo. Carlos Getzelevich al equipo que más le teme es a Argentina. A ese conjunto que padece una doble personalidad que ilusiona hasta las lágrimas (vale recordar el triunfo frente a Brasil en los Juegos de Sydney) o crispa los nervios como en cualquiera de las inesperadas derrotas de la Liga Mundial último modelo. Por eso hoy importa más cuánto es el hambre de gloria que pueda plasmar el equipo en su juego, que lo que hagan los rivales. El vóley sigue siendo un deporte lógico. El mejor vence al que no está a su altura. Y los candidatos para estar en la final del Mundial son los de siempre: Italia, Yugoslavia, Rusia y Brasil. Sólo habrá que ver cómo responden los equipos a la hora de jugar todo el trabajo de cuatro años en un solo partido. Pero todavía en el corazón albiceleste rondan las imágenes del último Mundial en Japón 98. Un torneo al que Argentina fue buscando mezclarse con los de arriba y finalizó 11º con sólo 5 victorias en 12 partidos. Postales de jugadores peleados con el entrenador, masticando impotencia y paseando sobre el parqué la sombra de un equipo sin hambre de gloria. Esa es la cara extrema de Mister Hyde que tiene este equipo. Argentina demostró que puede ganarle a cualquiera dónde sea. De los candidatos naturales a la final, Argentina con el único que no pudo es con el equipo ruso. A los demás, les ganó al menos una vez y eso cuenta, más cuando se habla de jugar en la casa del local frente a 10.000 hinchas con el corazón en celeste y blanco.
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