¿Qué acarrea no acordar con el Fondo Monetario Internacional (FMI)? ¿Cuáles son las alternativas? Desde algunos sectores, incluso funcionarios del equipo del ministro de Economía, Roberto Lavagna, buscan recetas propias para salir de la crisis sin la mediación de un acuerdo con el organismo financiero hasta el arribo de un nuevo gobierno.
Una vez consumada dos de las "D" discutidas hasta el cansancio (devaluación y default), con aplausos pero sin plan, comenzaron a circular los ejemplos de países que pasaron por crisis que supusieron similares. Procesos como el de México o Brasil fueron tomados como equivalentes aunque en realidad se trata de países que devaluaron pero que cumplieron sus pagos.
Con la llegada de Anoop Singh a la jefatura del Hemisferio Occidental del FMI, la mirada se volcó hacia la experiencia de los tigres asiáticos, aunque el ejemplo más expuesto fue Indonesia, un país que tardó tres años para volver a crecer pero a un elevado costo social y económico. Un riesgo que teme copiar el gobierno argentino.
La demora en el acuerdo con el Fondo Monetario indujo al Ministerio de Economía a bucear en otros ejemplos para comparar la situación argentina. El "caso Malasia" es actualmente el más estudiado, aunque las diferencias con Argentina son enormes. El país asiático evitó el default, honró sus compromisos y el peso de la deuda era muy inferior al de Argentina. Además tenía un plan económico propio, con control de cambios y de capitales golondrinas y el establecimiento de un dólar fijo. Tras la crisis y la adopción del nuevo programa económico, Malasia experimentó un fuerte crecimiento pero, al igual que Indonesia, ese resultado se produjo a expensas de un elevado costo social.
El precio del petróleo apuntaló también la recuperación. Otra diferencia: en Malasia está en manos del Estado. Además, Japón en ese entonces realizó fuertes inversiones en capital fijo en los tigres asiáticos ante la necesidad de hallar mano de obra barata para reducir costos industriales.
Hoy, en medio de una recesión mundial y sin intereses geoestratégicos de los países centrales en Argentina, la inyección de inversiones y los préstamos parecen nulos. Encima el país debe enfrentar fuertes vencimientos de deuda con los organismos.
Octubre es clave para saber cuál será el camino que tomará el gobierno: pagar o caer en default también con los organismos. Lavagna aseguró que no dilapidará reservas. El ala dura del FMI no ahorró munición gruesa. La subgerente general, Anne Krueger, dijo que el gobierno se expondrá a fuertes "castigos" si no paga las deudas con la entidad.
Economistas consultados señalaron que será imposible afrontar los compromisos sin reservas, y sólo para ganar "tiempo".
Frente al dilema
El castigo por el nuevo default se traduciría en la imposibilidad de acceder por dos o tres años a nuevas líneas crediticias, ya que el Estado vendió sus empresas y prácticamente sólo le quedan algunas oficinas del Banco Nación en el exterior.
Se cortarían préstamos con el Banco Mundial y el BID para la prefinanciación de exportaciones, que fueron asignados pero aún no desembolsados debido a que previamente tiene que existir un acuerdo global con el FMI.
La ausencia de líneas crediticias para las empresas instaladas en la Argentina ralentizará aún más el despegue de la economía. Los menos ortodoxos señalan que es posible establecer políticas procíclicas sin caer en la temida hiperinflación. La contracara de los preceptos de los organismos financieros.
Con la declaración de default con los organismos también se cerrarían las líneas de crédito destinadas al área social, aspecto no menor si se tiene en cuenta la creciente pauperización de la sociedad, donde millones de argentinos sólo reciben bolsones de comida o 150 Lecops de los planes de jefes y jefas de hogar.
La mayoría de los consultados teme que de cerrarse el grifo de la ayuda social la situación será insostenible y no descartaron que ante el desencanto por las instituciones y ola de inseguridad se lleve puesta a la democracia.