Año CXXXV
 Nº 49.609
Rosario,
domingo  22 de
septiembre de 2002
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El caso de la mujer que asesinó a su hija en barrio Belgrano
Un acto que unió locura y tragedia
Para el psicoanalista Carlos H. Bembibre el crimen "muestra un filicidio instalado en la sociedad"

Osvaldo Aguirre / La Capital

Hasta el domingo pasado Stella Maris González llevaba una vida aparentemente normal en su casa de Chubut al 7300, en barrio Belgrano. Una depresión prolongada era la única señal de un desorden que incubaba en secreto y que se reveló con un acto terrible: el asesinato de su hija Rocío, una nena de 7 años a la que ahorcó y luego ocultó en un placard. El crimen salió a la luz casi un día después y el espanto que provocó se hizo aún más intenso por la falta de explicaciones que permitieran comprender cómo fue posible.
"A veces estos actos son los que más conmocionan, por lo inexplicable, por lo tremendo del crimen y sobre todo porque están demasiado cargados de significación", dice el psicoanalista Carlos Horacio Bembibre, integrante de la Escuela Freudiana de Buenos Aires y autor de "Medea: nuestra terrible extranjera", ensayo que aborda la cuestión del filicidio. "Los datos con que me manejo en este caso son las versiones periodísticas del crimen -advierte-, lo cual hace no sólo difícil sino imposible opinar de Stella Maris en particular. Habría que ver qué habla ella de sus motivos y fundamentalmente cómo los habla para escuchar allí algo de lo que puede decir de su acto".
-¿Por qué causa tanta conmoción y por qué es difícil de explicar el filicidio?
-Si este crimen puede conmover más que otros no es por la forma de llevarse a cabo ni por la edad de la víctima sino porque el agente del acto es la madre. Este crimen sacude de una forma brutal un valor esencial, que es la función de una madre. A primera vista uno se vería tentado a pensar como antinatural que una mujer mate a sus hijos, pero también hay que tener en cuenta que la maternidad en los seres humanos no tiene nada de natural. Aún cuando se apoye en la biología, la maternidad no tiene nada que ver con la biología. No es una cuestión de instinto: una criatura que llega al mundo no garantiza que la mujer que la da a luz tenga el estatuto de madre. Madre es la mujer que no sólo cubre las necesidades vitales del chico sino que al mismo tiempo lo baña de lenguaje y le transmite la cultura, sabiendo que en un acto de amor, más tarde o más temprano, lo va a tener que entregar a la cultura convertido en hombre o mujer. A simple vista, no es este el caso, por lo que ocurrió.
Por otra parte, parece que en este acto convergen distintos planos que le dan un carácter altamente condensado de significación: el plano ético de la maternidad, el plano psicológico que lleva a una mujer a subsumir toda su locura en un acto y también un plano social.
-¿Cómo jugó la situación económica de la mujer en el acto criminal?
-Lo poco que trascendió del decir de esta mujer es que la falta de medios económicos la empujó al acto. Si bien no justifica ni atenúa lo tremendo del crimen, es un elemento que no podemos descuidar, porque es el ropaje actual, acuciante, que tomó la locura para vestirse y darse a conocer. La apelación a lo social también influye en lo conmocionante del caso. Este crimen muestra en forma descarnada y como al microscopio la fragilidad del valor de la vida de un chico como representante de la generación futura. Esa nena estaba indefensa ante sus necesidades vitales básicas de todo chico -ser criado, cuidado, amado-, pero no menos que multitudes de chicos que están siendo olvidados por la sociedad, chicos desnutridos, desamparados, sin futuro. Lo que es aniquilación de futuro para los chicos y los adolescentes de hoy, el problema de la desnutrición, la prostitución infantil, todo eso es una forma de matar nuestro propio futuro. Hay un filicidio instalado a gran escala en la sociedad y este caso lo muestra: uno lo puede pesquisar ahí pero en algún lugar nos está tocando a todos. Habría que ver si ese episodio puntual puede funcionar en algún lugar como una caja negra que permita que todos comprendamos la magnitud de una tragedia mucho más grave, en la que toda la sociedad está implicada, que es el filicidio instalado en generaciones, más allá del caso puntual de una pobre mujer enloquecida.
-Otro aspecto llamativo es que se trataba de una persona en apariencia normal que de pronto hizo algo horriblemente anormal.
-Se podría decir que la locura tiene dos grandes formas de hacerse pública. Hay locuras parlanchinas, que no cesan de comunicar y expresar sus delirios. Son tan visibles que uno no vacila ni duda. Y hay otras locuras que son muy silenciosas, pasan casi inadvertidas. A lo mejor esas personas no tienen grandes alucinaciones ni están delirando pero un solo acto que cometen basta para que toda la locura aparezca, y esa sea la muestra de la locura.
-En ese sentido, ¿qué sería lo que muestra el episodio?
-Más allá de una falta de recursos económicos, en esta mujer hay una falta de recursos propios para sostenerse en la crisis. Pero el caso también señala una serie de fallas en todo el sistema. Leí en los diarios que Stella Maris estaba siendo atendida por un médico clínico. Hay que preguntarse qué hizo que todo esto pasara inadvertido hasta el momento del desenlace. ¿Cuántas puertas se la habrán cerrado a esta mujer? Lo que le queda por delante es una vida terrible, una vida destrozada. En ese sentido es un acto donde la tragedia se unió con la locura: la chiquita está muerta y su familia está destrozada. Pero por ahí nos escandaliza este filicidio puntual y descuidamos que el filicidio está instalado en la sociedad. Una sociedad que no cuida a los niños y a los adolescentes es una sociedad filicida. Particularmente, eso es lo que más me escandaliza.



El cuerpo de la nena al ser retirada de Chubut al 7300. (Foto: Silvina Salinas)
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