Año CXXXV
 Nº 49.603
Rosario,
lunes  16 de
septiembre de 2002
Min 8º
Máx 17º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Reflexiones
En busca de lo perdido

Laura Hojman

La enseñanza argentina, que guió y lideró durante varias décadas a los sistemas educativos de los países latinoamericanos y de otras regiones del mundo, fue en esta última década, lentamente, ingresando en una de las crisis más agudas que se recuerdan en su historia. Esta cuestión, que vino de la mano de recortes presupuestarios, falta de jerarquización y de planes de capacitación al magisterio, carencia de premios e incentivos y de condiciones dignas para desarrollar la enseñanza, ocasionó también un deterioro en la labor del maestro, sumergido hoy en un sinnúmero de tareas y exigencias extraescolares sin mayores reconocimientos.
En ese panorama, en el que en nuestro país se han votado leyes para la educación, realizado congresos pedagógicos -el primero allá por 1880- formado comisiones de expertos y debatido largamente en seminarios las diversas aristas de la educación, hoy podemos ver que esos hechos no fueron más que una suma de buenas voluntades y auspicios y que nunca se materializaron en políticas concretas a favor del desarrollo del conocimiento.
"Res non verba", dice el proverbio latino desde hace miles de años, en la demanda de "hechos y no palabras", que en definitiva fueron los constantes desatinos y discontinuidades que marcaron a las políticas educativas argentinas.
Ya por 1989, el ex ministro Antonio Salonia anunciaba el ingreso del país en la Primera Transformación Educativa, y a casi un año y medio anticipaba la llegada de la Transformación Educativa II, necesarias y bien recibidas, en el marco de una parálisis de más de 40 años de los contenidos, la bibliografía, la metodología y la capacitación docente.
Sin embargo, a partir de ese entonces, ningún ministro de Educación argentino -bien intencionado o no - pudo decidir por sí mismo su política, ya que quedaron definitivamente atados a las decisiones de la cartera de Economía.
El Palacio de Hacienda se convirtió en fiscal de los gastos y ya no inversiones para los alumnos; en la búsqueda de ahorros en las universidades; en querer cerrar las cuentas del Estado achicando y podando por la educación, y los funcionarios del Palacio Sarmiento no dejaron más de ser satélites de las voluntades de sus pares.
Los países que detentan el poder económico en el mundo, también manejan el conocimiento, los últimos saberes tecnológicos y científicos y tienen al grueso de su población escolarizada en los primeros estadios de la enseñanza. ¿No es acaso más costoso tener a la población joven y adulta desempleada, subsidiada y hasta delinquiendo, en lugar de estar produciendo y contribuyendo al desarrollo de las distintas áreas del país? Eso tal vez no se pensó cuando se diseñaban planes para un país que no existía. Los chicos desnutridos, los que van a la escuela sin comer, los que trabajan tempranamente existen desde hace varias décadas, y quienes no lo quisieron ver en su momento, hoy lo tienen frente a sus narices, en la calle, en los medios de comunicación y en los hospitales.
Por eso, hoy, desde la cartera educativa se tienden a "federalizar" muchas de las decisiones, entre ellas las de cómo se distribuirán los presupuestos, las becas, a qué jurisdicciones se entregará dinero para las refacciones escolares, cómo se diseñarán los planes para evitar la deserción y la repitencia y para capacitar a los maestros.
Aquí se trata de comenzar a recuperar lo perdido. Esa educación de casi un 98 por ciento de los chicos en las escuelas, pero también esa nueva en la que el Estado subvencione a cada alumno cuya familia no esté en condiciones de sostener sus estudios; esa que compense las desigualdades que trae cada estudiante y aquella que ofrezca estudios más cortos y más asociados con las demandas laborales del mundo de hoy.


Diario La Capital todos los derechos reservados