Año CXXXV
 Nº 49.595
Rosario,
domingo  08 de
septiembre de 2002
Min 4º
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Punto de vista: La gran pantalla de la miseria

José Luis Cavazza / La Capital

La gran pregunta: ¿La TV invade espacios privados porque el espectador sufre de ansia voyeurista? La pantalla es como una gran ventana a un living de barrio suburbano: una mujer llora porque su marido la engañó; la amante se ríe a boca llena y mueve, inquieta, su culazo en un jersey tan amarillo como ajustado, mientras el hombre soporta con estoicismo el sopapo de su mujer despechada. La conductora, satisfecha, intenta responder con un falso pedido de calma. La tele es terriblemente simple, como la mentira, y lo cierto es que el público espera poco de ella, y el descreimiento lo lleva a un zapping histérico después de fisgonear un poco. El show es divertido, concita poca atención y un impacto que en segundos se lo lleva el viento, pero crea neurosis. La TV fluctúa entre la atención y el rechazo, y siempre intenta plantear una noción de debate que, generalmente, no pasa de ser una caricatura del debate, porque no va más allá del folletín y de los duelos guionados de los autodenominados "mediáticos", un clan que amenaza devorarse la pantalla chica de un país quebrado y en profunda decadencia.
Por otra parte, muchos comunicadores de la TV están bajo sospecha aunque aparezcan enmascarados de imparciales. Esto es peligroso. Al mismo tiempo, los políticos dejaron de ser creíbles, lo cual es mucho más peligroso. Entonces, cada vez aparecen en pantalla más personas golpeadas por la realidad y vestidas de comunicadores, cuestión de detener el arrebato de zapping. Como la madre del joven asesinado Diego Peralta opinando de la pena de muerte en una mesa redonda de un programa periodístico junto a especialistas del derecho penal, políticos y politicólogos. La búsqueda del impacto, entonces, supera a la calidad de la información y de la reflexión. Porque, ¿quién es capaz de refutar a una madre destrozada por el dolor?
La última certeza es que la realidad, por más caos, confusión y pobreza que azote al país, pocas veces es tan miserable como la que surge de la pantalla chica. Y esto no es sólo una muestra de patetismo sino un sello ideológico marcado a fuego.


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