Año CXXXV
 Nº 49.595
Rosario,
domingo  08 de
septiembre de 2002
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Historia del crimen. Un misterioso drama pasional de 1930
Fábula de amor y muerte en el Rosario antiguo
Calixto Francés debía ir al servicio militar, pero no quería dejar a su novia y adoptó una decisión fatal

Osvaldo Aguirre / La Capital

Ocurrió en febrero de 1930. Calixto Francés tenía 20 años, trabajaba como jornalero y vivía en una casa de Junín al 700. El drama del que sería protagonista se desató a partir de una circunstancia de lo más común: debía cumplir con el servicio militar.
A escondidas del barrio, Calixto cortejaba a una vecina de 15 años, Antonia Ríos. El servicio militar suponía un desafío para ese romance. La suerte no se mostraba generosa con el jornalero, ya que había sido destinado a la marina y en consecuencia le esperaban dos largos años de soledad.
Antonia se mostró afectuosa en la despedida. Entregó a Calixto una foto suya y una carta donde "le pedía cariñosamente que no la olvidase, haciéndolo en verso y le prometía seguir amándolo", según recordó más tarde una crónica de este diario. La adolescente no dejaba dudas de su amor: "añadía que cuando terminase la conscripción sería su esposa".
Calixto no estaba dispuesto a separarse. Aún enamorado, tampoco creía en las promesas de su novia. El futuro presentaba un gran signo de interrogación, y al tratar de develarlo él parecía confundirse cada vez más.
En la noche del 4 de febrero, Antonia salió de su casa, en Canning 197, con una amiga, Matilde Gómez, una chica de 15 años que vivía en Harding al 300. Las jovencitas fueron a una confitería de Alberdi y Canning, donde compraron caramelos.
Desde el interior de la confitería, las amigas notaron que un desconocido las observaba desde la calle y trataba de esconderse detrás de un árbol. La sorpresa fue todavía mayor cuando descubrieron que ese hombre no era otro que Calixto, al que suponían incorporado a la conscripción.
Hubo un breve diálogo entre los amantes y luego Antonia tomó de la mano a Matilde. Las chicas corrieron en la oscuridad. Calixto no se movió de su lugar, pero tenía un revólver y tras apuntar contra su novia disparó varias veces.
Antonia dio dos o tres pasos y cayó al suelo, herida de muerte. Calixto siguió sin moverse: ahora llevó el revólver a su sien e hizo un último disparo.
Los vecinos salieron a la calle, convocados por la tragedia. Antonia fue llevada en la ambulancia de la sucursal Refinería de la Asistencia Pública, pero falleció antes de llegar a un hospital. Calixto, en cambio, ingresó con vida al consultorio central de la Asistencia Pública: en sus bolsillos llevaba la cédula de presentación al servicio militar, la foto de su novia y la postal donde la chica le prometía, en verso, amor eterno.
Matilde Gómez era el único testigo del drama, pero su relato vino a reforzar el misterio que planteaba la historia. La chica contó que al advertir la presencia de su novio, Antonia salió de la confitería. Ella no había escuchado la conversación de la pareja. Desde la vidriera del negocio, los vio discutir, ir y venir sobre la vereda de Alberdi, tomarse las manos y separarse con fuerza.
Al fin, Matilde salió a la calle y escuchó una frase:
-Pero yo no tengo la culpa -dijo Antonia, a su novio.
Esas fueron sus últimas palabras. Se suponía que podían contener la clave del suceso. La primera hipótesis sostuvo que alguien -presumiblemente allegado de la chica- se oponía al romance y que Antonia le intentaba explicar a Calixto que no era responsable de la situación. "Sin embargo -razonó la crónica de este diario-, la carta de Antonia dirigida a Francés, pidiéndole que no la olvide expresa (...) todo lo contrario". Además las familias ignoraban que tuvieran relaciones, por lo que la explicación quedó descartada.
La policía propuso a continuación una segunda hipótesis. "Alguien pudo llevarle a Francés algún chisme -se lee en otro pasaje de la misma crónica-, expresándole que Antonia ya era cortejada por otro joven y que ella lo atendía. Francés resolvió entonces pedirle explicaciones a Antonia (...) Ella confirmó que era cortejada por otro y aseguró que no le correspondía, diciendo que no era responsable de la conducta del otro. Francés no le creyó" y en consecuencia se desató el drama.
Las preguntas quedaron sin respuesta, porque el jornalero falleció en la madrugada del 5 de febrero y en el momento de su agonía no pudo declarar. Y la tragedia de Calixto y Antonia se perdió con su misterio y su dolor inexplicable en el tiempo.



Obreras de la refienría de azucar a fines de los 20. (Foto: Salvador Terrazzino)
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