El seleccionado argentino de básquetbol ya cumplió su objetivo de estar entre los cuatro mejores del mundo. Pero este grupo de notables jugadores no se conforma y ahora quiere un lugar en la final de mañana, aunque para eso deberá superar el escollo que le presentará el fuerte seleccionado de Alemania en una de las semifinales de este sorprendente Mundial. Con un andar arrollador, que lo llevó a ser el único invicto en siete partidos, Argentina enfrentará a Alemania en el estadio Conseco Fieldhouse de Indianápolis, desde las 15.15 (Televisa ESPN+ en directo), para buscar su segunda final de la historia (la anterior la ganó en el Luna Park en 1950 ante Estados Unidos).
Posteriormente, en la otra semifinal chocarán Yugoslavia y Nueva Zelanda, donde los europeos son amplios favoritos, más aun luego de dejar en el camino al frustrante Dream Team V.
Argentina y Alemania ya se enfrentaron en la segunda ronda (el martes pasado) y el triunfo (86-77) de los dirigidos por Rubén Magnano fue claro y sin complicaciones.
El seleccionado nacional pudo contener sin problemas a Dirk Nowitzki (2,13 metros y uno de los máximos anotadores del Mundial), quien fue anulado por el chaqueño Rubén Wolkowyski y los europeos no pudieron sobrellevar el juego sin el habitual aporte de su superestrella.
Con respecto a la primera fase, Argentina mejoró ostensiblemente en la obtención de rebotes, lo que le permitió dominar a rivales que cuentan con hombres más altos y pesados.
Pese a que el equipo cuenta con innumerables variantes ofensivas y defensivas, es indudable que Emanuel Ginóbili es el pilar del equipo. Su desequilibrio le permitió marcar un promedio de 16,9 puntos por juego.
Además, Manu muestra su falta de egoísmo en ataque al ser el cuarto jugador posicionado en asistencias del Mundial, con 32, 4,5 por encuentro.
El experimentado capitán Hugo Sconochini es importante en ataque (11,4 puntos) y, al igual que Ginóbili, muestra su solidaridad (3,2) con las asistencias.
Prueba de que el equipo nacional cuida mucho la elaboración de cada ataque para sacar el mayor provecho posible de cada posesión y tratar de sumar en cada incursión al cesto contrario, es la baja cantidad de perdidas de balón que acumula (89), lo que lo convierte en el segundo mejor equipo en ese rubro. La buena elección de tiros le permite, además, mantener elevados porcentajes en lanzamientos de dos puntos (62,3), aunque cayó considerablemente en los de tres (34,8).
En este rubro el que peor anda es Ginóbili, quien acumula un bajísimo 2 de 23 a lo largo del Mundial.
En los últimos partidos la importancia de Andrés Nocioni fue creciendo a la par de los rivales. De a poco el Chapu, de tan sólo 22 años, se fue convirtiendo en la segunda vía de gol del equipo (14,7 por juego) por detrás de Ginóbili. El alero de Gálvez además contagia en la lucha en los tableros y no sólo se luce en ataque con sus volcadas y oportunos triples, en defensa marca el camino en la lucha por los rebotes (5,3 por juego).
Su importancia no sólo se percibe en los números, puesto que cada vez que ingresa contagia y logra transformar el partido con su actitud y entrega.
Los internos fueron creciendo en el torneo, luciéndose ante rivales de mayor envergadura como China, Alemania y el Dream Team.
Fabricio Oberto (10,9 puntos y 5,5 rebotes) es por talento, oficio y eficacia el más rendidor de los pivotes argentinos. Rubén Wolkowyski, quien despertó el interés de varios equipos de la NBA por su labor defensiva, y Luis Scola se destacaron ante los rivales más serios.
Uno de los jugadores más regulares del equipo es Juan Pepe Sánchez, quien a su inteligencia para conducir el equipo y a su habitual aporte en defensa, le suma un alto porcentaje de efectividad a sus pocos tiros que toma en cada partido (lleva 13/18 en tiros de campo).
Sánchez, que acaba de arreglar su regreso a la NBA, donde jugará en Detroit Pistons, figura entre los máximos asistidores del torneo con 4 por juego.
Con el objetivo casi cumplido (es casi improbable que se pueda escapar la posibilidad de traer una medalla), Argentina va por más porque sabe que la gloria está a un paso y no es algo difícil de alcanzar. (Télam)
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