"Si a mí me tienen que condenar que lo hagan por lo que hice y no por lo que no hice. A mí me inculpan por muertes como la de Hernández y yo nunca disparé un solo tiro". Mirando al tribunal, con gesto adusto y algo nervioso, Carlos Sebastián Martínez, el único sobreviviente de los asaltantes que intentaron robar el Banco Nación de Villa Ramallo rompió el silencio después de tres años. Durante algo más de 40 minutos, el hombre de 23 años habló. Sólo él y Flora Lacave de Chaves (la viuda del gerente asesinado) saben qué sucedió durante aquellas horas dentro de la sucursal bancaria y los detalles de la trágica fuga. Claro que ayer, el Negro Martínez se limitó a contar sólo una parte de la historia. La que tiene que ver con los días previos al episodio por el cual lo juzgan. Y esa elección no es azarosa. Porque para hoy se espera un nuevo testimonio de Lacave y tras ello el Negro contará lo que falta.
Al exponer tuvo un propósito: la desvinculación de los otros ocho imputados de formar la banda que el asumió haber integrado. "Acá hay muchas personas que conozco simplemente de vista, otras por estar detenidos juntos, pero nunca tuve relación ni confianza con ellos. Me da no se qué que los involucren por algo que me están imputando a mí", dijo Martínez.
Cuando los jueces le concedieron el permiso para hablar, Martínez tuvo un gesto que demostró sus ganas. Como quien grita el gol que define una final, se inclinó hacia adelante, apretó fuertemente sus puños, los golpeó contra sus rodillas y forzó una sonrisa mientras dejaba oír un "bien...".
"Discúlpeme, estoy re-nervioso", fue lo primero en decirle al tribunal como para poner distancia de su expresividad. Luego inventarió los detalles de los días previos al 16 de septiembre de 1999.
Una charla de bar
"El 13 de septiembre estaba en Obligado y Bustamante donde me reunía con un grupo de amigos y una chica que salía conmigo. Yo aparte salía con la hija de un oficial del Geo, pero la veía en otro lado", dijo Martínez en referencia a la esquina de San Nicolás a metros de la cual vivían el asaltante muerto Martín Saldaña, y los imputados Mónica Saldaña y su pareja Raúl Mendoza. "Habrán sido las 21.30 o las 22 cuando pasó Martín en un remís Duna blanco. Paró, me llamó y me dijo si nos podíamos encontrar en el Café de la Plaza a las 9 del otro día porque tenía urgencia en hablar conmigo". Saldaña y Martínez se conocían desde chicos, compartían juegos en el mismo barrio y ya de adolescentes salían juntos. La relación también rayaba lo familiar. Una hermana de Martínez fue pareja de Saldaña durante un largo tiempo.
Al otro día el Negro llegó al bar a la hora citada y vio a Martín con otra persona. "Lo saludo y me presenta a Miguel", dijo el imputado y relató su diálogo.
-Saldaña: Negro, que te parece agarrar buena plata.
-Martínez: ¿Qué pensás vos? \-Saldaña: Necesito una persona que maneje el coche, lo otro ya lo tengo armado. Nos falta el auto pero lo vamos a tener.
Así, el imputado se enteró de "que iban a robar un banco en Villa Ramallo" pero como no conocía esa localidad pidió viajar hacia allí. Esa misma noche, y ante "un pedido de Tito (Saldaña) llevé engañado a (el imputado Jorge) Aguilar hasta la casa de calle Obligado. Le dije que tenía que hacer un trabajo de electricidad en una moto y como yo sabía que él estudiaba eso, lo engañé". Para llegar hasta lo de Saldaña pidió un remís. "Solicité el móvil 7 de la señora (Silvia) Vega -otra de las imputadas- porque siempre me fiaba", contó Martínez. "Me pasó a buscar, lo buscamos a Aguilar y fuimos a lo de Saldaña". Tras revisar la moto y no poder detectar la falla que tenía "Aguilar me dijo que se tenía que ir a estudiar y se fue".
Un día más tarde, el 15 de septiembre, Martínez viajó a Villa Ramallo junto a sus cómplices para reconocer el lugar. "Fue cerca de las 14, llamé al remís de Vega y en la casa de Italia 1611 (domicilio del imputado Norberto Céspedes) subieron Saldaña y Miguel, que entonces me pidió que lo llamara Pata. Cuando llegamos, por señas me indicaron los lugares y lo que debía hacer. Lo hicieron para que la remisera no se entere. Después volvimos a San Nicolás".
"Siempre fuimos tres"
Lo pasaron a buscar al día siguiente a las 7. "Miguel venía conduciendo el Renault 19 blanco y Martín la moto. Entonces yo manejé el auto y seguí a Miguel, que se pasó a la moto. Llegamos hasta el banco y estacioné donde habíamos convenido. Siempre fuimos tres", contó Martínez que en ese momento quiso poner fin a su relato.
Sin embargo, los miembros del tribunal fueron los únicos que indagaron al Negro para aclarar puntos de su testimonio y de sus respuestas quedó claro, al menos en sus palabras, que su misión "era manejar el auto y esperar que salieran del banco" porque "todo lo demás estaba hecho, tenían auto, moto y hasta un handy para escuchar a toda la policía de Ramallo".
Al respecto, el remanido tema del handy en frecuencia policial, Martínez recordó que Miguel le dijo: "Mirá Negrito, nosotros estamos preparados. Vamos a laburar y vamos a escuchar todo lo que la policía va a estar hablando. Si salta la alarma o algo, vamos a saber qué están haciendo, nos vamos a avispar y podremos salir".
Antes de concluir, el hombre dejó explícitamente claras sus relaciones con los demás imputados. "No conozco a Cabral, ni a Vilches. Con Aguilar siempre tuvimos relación, desde chicos. A Mónica Saldaña la conozco por ser la hermana de Tito aunque nunca tuve una relación de confianza con ella. Mendoza era su pareja y aunque algunas veces estuve en su casa fue para hablar con Martín. A Céspedes también lo conocí por medio de Tito y un año antes del hecho me vendió un celular, además algunas veces fui a su casa para buscar a Saldaña pero nunca entré. Siempre respeté el carácter reservado de Martín y cuando me presentaba a alguien solo lo saludaba".
En el final de su testimonio Martínez dijo: "Esta es mi primera vez ante un hecho como éste. Si bien tuve problemas con la policía fue por hechos menores. Aquí se dijeron muchas cosas que no fueron así. Se habló de armas largas, de una Uzi que nunca existió, si Martín y el otro muchacho sólo tenían armas de puño".
Entonces se hizo un silencio y la presidenta del tribunal, Laura Cosidoy, le preguntó si iba a hablar o responder preguntas de lo ocurrido dentro del banco y durante el sangriento intento de fuga. "No sé qué más decirle...." \-Cosidoy: Sólo usted puede decirnos qué hizo y qué no hizo.
Entonces Martínez apoyó su cara en las manos abiertas y quedó en silencio. Su abogado entendió el gesto y pidió la interrupción de la declaración. Un testimonio que seguramente se completará hoy, después que la otra testigo que sabe tan bien como Martínez todo lo que pasó, vuelva a declarar ante el tribunal.