Año CXXXV
 Nº 49.590
Rosario,
martes  03 de
septiembre de 2002
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Opinión: Un espejo para los más pibes

Miguel Pisano / La Capital

La historia de vida del Rifle Castellano es un buen espejo donde mirarse para cualquier pibe que sueña con vestir la camiseta del club del corazón, primero, y con jugar en el fútbol profesional, después.
Si todavía parece ayer la lejana noche de mediados del 96 cuando debutó con una gran actuación en el arco de su Central querido, un viernes en que el equipo de don Angel le ganó a Racing por televisión con un golazo del Mono Gordillo, cuando sus amigos del Club Fisherton colgaron un trapo que simplemente rezaba "Fuerza Rifle".
La lesión del Pato Abbondanzieri en un hombro precipitó su debut en la primera de Central y enseguida le tocó debutar en aquel clásico de mediados del 96, en el que cometió la temeridad de ir a cabecear en un córner cuando su equipo perdía 1 a 0 en el final del primer tiempo, en una jugada que repitió en el partido de local contra Boca, cuando le atajó un penal al mismísimo Diego, después le tapó también el rebote y hasta tuvo el tupé de alentarlo con un espontáneo: "¡Vamos, fenómeno!".
Esos gestos más propios de un hincha que de un jugador profesional le costaron un doloroso exilio de cinco años, cuatro de los cuales fueron en Gimnasia y Esgrima de Jujuy, que equivalen a un retiro espiritual de siete en el Tibet, como la película. Como aquel soleado mediodía de principios del 97, cuando el Rifle confiaba los pesares de su destierro en una entrevista con Ovacion, en la plaza central de San Salvador, donde jugó en un equipo al que peloteaban tupido y se cansó de atajar penales y mano a mano.
El camino de regreso tuvo una escala en Unión hasta que finalmente pudo volver en silencio, a mediados del año pasado, cuando un par de dirigentes hicieron memoria y finalmente se convencieron de que convenía traer a un buen arquero, que además es hincha del club y un tipo noble.
"Yo a Central vengo como suplente de Tombolini, no voy a pretender volver para ser titular", se atajó el Rifle de entrada, como si necesitara aclarar que con sólo volver al club del barrio había cumplido su sueño más preciado. Seguramente por eso no se cansó de declarar que Tombo era el titular y que él sólo era el suplente hasta cuando le atajó el penal al Beto Acosta.
Y este dorado primer domingo de septiembre se tomó la gran revancha de su carrera, cuando jugó su segundo clásico en la primera de Central, que ganaron con autoridad y cortaron la racha de 22 años sin ganar en el Parque. El Rifle, una historia de vida de la que debería tomar nota más de un pibe de las inferiores.


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