Herbert Winkler
Washington. - Mientras destacados "halcones" del gobierno estadounidense pedían en voz alta una guerra contra Irak, llamó la atención el silencio que la "paloma" Colin Powell mantenía respecto al tema. De vacaciones en Long Island, Nueva York, el jefe de la diplomacia norteamericana dejó sin discutir este tema en manos del vicepresidente, Richard Cheney, y del secretario de Defensa, Donald Rumfseld. Su portavoz, Richard Boucher, se limitaba a decir a los periodistas que el presidente, George W. Bush, todavía no había decidido nada. "No hay tambores de guerra que tocar". Pero ahora, el ex jefe del Estado Mayor ha descubierto el poder de la propaganda. Primero, uno de los "hombres de Powell", el ex enviado especial en Cercano Oriente, el general Anthony Zinni, advirtió contra un ataque en Irak. En el Departamento de Estado nadie creyó las aseveraciones de Zinni de que había hecho estas declaraciones a título personal. Luego fue citado en la televisión un "hombre de confianza" de Powell que aseguraba que el secretario de Estado rechaza un ataque contra Irak si no se cuenta con el apoyo de los principales aliados, y que está dispuesto a imponer tozudamente su opinión. "La lucha no ha acabado aún". Aunque Cheney también ha asegurado que prefiere realizar consultas con sus aliados y el Congreso, no cabe duda de que opina lo mismo que Rumsfeld. Y éste considera, en sus palabras, de "segundo orden" el apoyo de los aliados si se toma la decisión "correcta". Una vez más se encuentra así Powell, hijo de un inmigrante jamaicano y originario del Bronx neoyorquino, en abierta confrontación con los ultraconservadores consejeros del presidente. Hasta ahora, había preferido mantener la reserva. En el entorno de Powell se vuelve a subrayar que el secretario de Estado es un "soldado leal" al servicio del presidente. Esto implica que, a la hora de la verdad, tendrá que tomar una decisión que no le gusta. Sin embargo, en esta ocasión no está solo en su rechazo a la política del gobierno. Destacados republicanos de anteriores gobiernos y del Congreso, advierten en contra de un ataque sin provocación previa. Cuando Rumsfeld acusó a Irak de alojar a terroristas de Al Qaeda, hasta los servicios secretos lo contradijeron. (DPA)
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