José M. Petunchi / La Capital
Independientemente de la valoración que se tenga sobre la conveniencia que Marcelo Bielsa siga al frente de la selección argentina, el técnico rosarino deberá acostumbrarse a convivir con uno de los síntomas de estos tiempos: la desconfianza. Un signo distintivo con el que cohabitan especialmente los dirigentes políticos de nuestro país. Sólo que a diferencia de este mal que parece endémico y que cada vez castiga con mayor dureza a la sociedad, lo que estará bajo la lupa no será su honestidad ni su capacidad, y mucho menos su conocimiento, sino que su trabajo estará sujeto a la incertidumbre sobre el resultado final, es decir la suerte que tenga el seleccionado en el próximo Mundial de Alemania 2006. El sitio donde confluye el proceso, si es que supera, como es de suponer, el primer escollo que parecen representar las eliminatorias sudamericanas. Por más bueno que sea su trabajo en lo previo estará siempre sujeto a la duda sobre el resultado final y deberá soportar la remisión ineludible al fracaso reciente en Corea-Japón. Una incertidumbre que ni siquiera quedará despejada con un tránsito tranquilo y de buen paso por las eliminatorias ni un potencial éxito en la Copa América de 2004, a realizarse en Perú. Mucho menos los resultados que logre cosechar en los amistosos. El Loco tendrá que aprender a convivir con el peso de la duda sobre sus espaldas, deberá soportar que su trabajo sea puesto en tela de juicio y que sea discutida cada una de sus convocatorias, una situación inusual para el DT, quien a medida que avanzaba el proceso anterior logró un consenso casi unánime en los distintos estamentos del fútbol argentino. Esta realidad tampoco logrará ser disipada con la "nueva" selección que comenzaría a armarse en los próximos meses, la que inicialmente estaría compuesta por muchos jugadores de nuestro medio, algo que tras el fracaso en Japón encontró mayor sustento entre los hinchas, aunque los antecedentes mediatos marquen que lo aconsejable es contar con la mayoría de los jugadores que están en el exterior. Con nombres más o menos rutilantes, con la filosofía con que decida encarar el proceso, y más allá de los éxitos que pueda lograr en esta etapa de preparación, Marcelo Bielsa deberá acostumbrarse a subsistir con la incredulidad y el escepticismo. Su mayor enemigo en este proceso que en poco tiempo más dará sus primeros pasos.
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