Osvaldo Flores / La Capital
Sargento Cabral.- El tesorero de la sucursal local del Nuevo Banco de Santa Fe, quien el domingo se llevó 100 mil pesos de esa casa crediticia para pagar una deuda de juego, recuperó su libertad. El juez de instrucción de Villa Constitución, Rubén Bissio, lo imputó por hurto simple, un delito que prevé penas de seis meses a dos años de prisión. Y ante la falta de antecedentes delictivos ordenó su excarcelación. La gente de este pueblo, de mil habitantes, todavía no se sacudió el asombro por la historia de Alberto Rubén Aguzzi, un hombre que vivió toda su vida en Sargento Cabral, que tiene 47 años y que lleva 25 como empleado en el banco. Y al que reconocen por una inclinación empedernida a los juegos por dinero. Hasta ayer por la tarde el magistrado no había ordenado ninguna diligencia tendiente a esclarecer por qué vía se produjeron y quién formuló las amenazas de muerte que dijo haber recibido Aguzzi. El tesorero aseguró que, mediante llamadas, fue presionado a cancelar una deuda con usureros que le facilitaron dinero, durante Semana Santa, en el casino de la localidad cordobesa de Corral de Bustos. El mismo lunes por la tarde Aguzzi fue trasladado a los tribunales de Villa Constitución. Después de ratificar sus dichos y asegurarle al juez Bissio que no tuvo otra alternativa que entregar el dinero a los usureros. "Soy una persona normal, salgo de trabajar, ando en bicicleta por el pueblo, me gusta criar pájaros. Ahora todos me van a ver como un monstruo, ni mi familia me va a aceptar. Voy a perder mi trabajo después de 25 años. No sé si no me pego un tiro en la cabeza", dijo llorando y en mitad de una crisis nerviosa. Aguzzi entró al banco el domingo a la noche y retiró el dinero. Su acción quedó registrada por una videocámara del tesoro. El lunes a las 7 de la mañana le contó al incrédulo gerente lo que había hecho horas antes. Un rato después, los mismos agentes policiales que comparten la jornada laboral con los empleados bancarios, y en algunos casos son amigos porque se conocen de toda la vida, detuvieron al empleado. "Alberto, tenés que venir con nosotros, estás detenido", le dijeron. El tesorero contó que le dio lo robado a dos hombres que lo esperaban en un auto de vidrios polarizados en el acceso a la localidad de Cañada Rica, a tres kilómetros de Sargento Cabral. Dijo que la entrega fue de noche, al lado de un basural. Ayer la mayoría de la gente de Sargento Cabral seguía aturdida por la novedad. Pese a que comentaban vida y obra del infiel empleado, solían silenciarse ante los periodistas. "Es buen muchacho, pero está enfermo por el juego. De jueves a domingo iba al casino de Corral de Bustos o al de Pergamino, y también concurría a los hipódromos de San Isidro y Palermo. Este último sábado fue al casino, se ve que quería ver si podía zafar. Siempre le gustó jugar, a lo que fuera, pero ahora se pasó de la raya", reveló un vecino que, sentado en una mesa del bar del club Independiente, releía un ejemplar de ayer de La Capital y atendía a las noticias de la TV. Pero las opiniones estaban divididas. "Lo que haya hecho por el juego es cosa de él, yo lo voy a seguir tratando como si no hubiera pasado nada -retrucó otro parroquiano-. Ahora todo el mundo habla, pero hay que saber lo que pasaba por la cabeza del hombre".
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