Año CXXXV
 Nº 49.575
Rosario,
lunes  19 de
agosto de 2002
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Guerra de conceptos en la lucha antiterrorista

Hernert Winkler

Washington. - A la sombra de la lucha contra el terrorismo y de la controversia por un posible ataque a Irak, en EEUU también se está librando una guerra de conceptos en materia de política exterior. En este frente se encuentran los fríos y calculadores seguidores de la Real Politik frente a la herencia espiritual del presidente Woodrow Wilson (1913-21), quien hizo del idealismo y la moral la base de una doctrina revolucionaria que influyó fuertemente en el siglo XX.
La cuestión de quién ganará este combate no tiene un valor meramente académico. Al fin y al cabo, son muchos los expertos reputados, como el ex consejero de Seguridad Bent Scowcroft (un seguidor de la Real Politik), quienes han hecho uso de la palabra para realizar una advertencia. La clara favorita es, según todos los indicios, la "honestidad misionera" de inspiración wilsoniana sobre la que escribe en su libro "Los retos de América" el ex secretario de Estado Henry Kissinger.
El presidente George W. Bush ha calificado de necesario un ataque preventivo "para defender nuestra libertad" y los valores estadounidenses. Habla permanentemente de "malvados". Y su consejera de Seguridad, Condoleezza Rice, dice sobre el "hombre malo" de Bagdad, Saddam Hussein: "Hay motivos morales muy fuertes para lograr un cambio de régimen".
El periodista Max Boot ya propuso a principios de julio en el Wall Street Journal cambiar el sentido de la inicial intermedia del nombre de Bush, la W de Walker, por "la W de Woodrow". Los seguidores de Wilson creían que tanto la moral como los intereses propios de EEUU debían hacer a este país el campeón del mundo. El premio Nobel de la paz de 1919 llevó a EEUU, tras una estricta neutralidad inicial, a la Primera Guerra Mundial no por motivos de Real Politik, sino para formar un nuevo orden mundial, dijo Kissinger.
De este modo dio por finalizado el sistema acordado tras la Guerra de los Treinta Años en la Paz de Westfalia, en 1648, que se basaba en no inmiscuirse en asuntos de otros Estados. El moralista fue "uno de los presidentes más intervencionistas" que hubo, señala Boot. "No sólo envió tropas a Francia, sino también en dos ocasiones a México, Haití, la República Dominicana y Rusia".
Tanto Kissinger como Boot creen que la decisión de Bush sobre Irak será la más dura que tenga que tomar durante su presidencia. Una intervención con el objetivo de lograr un cambio de régimen supone un desafío a la norma de la Paz de Westfalia. Si llega a realizar sus planes, las consecuencias a nivel mundial serían comparables a la doctrina para limitar el comunismo de George Kennan, de 1947.
Kissinger admitía que el peligro del terrorismo y su accesibilidad a armas de destrucción masiva supera las fronteras de los países. Pero una intervención en Irak no debería ser una acción unilateral. Antes tiene que lograrse una cooperación internacional. Si no fuera posible controlar a Irak y su política armamentista en un plazo de tiempo determinado, entonces se podría mantener la estrategia de un ataque.
Algo en lo que coinciden los expertos es que una intervención supondrá un largo esfuerzo. No habría que tener reparo en permanecer un tiempo en el país pese a que la dictadura de Saddam fuera sustituida por una democracia federal y liberal. Además, la intervención no debería ser un fin en sí mismo, sino un sistema aplicable internacionalmente para combatir la expansión de armas de destrucción masiva. (DPA)


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