Pensar que a priori se trataba de un simple partido de fútbol. Pero como viene sucediendo en los últimos tiempos en el fútbol de la Rosarina, la violencia supera al espectáculo. La escena repudiable que protagonizaron ambos conjuntos exime cualquier comentario. Piñas, patadas e insultos para todos los gustos. Esto pasó después de que el defensor de Pablo VI Diego Scarano le metiera primero una descalificadora patada a Matías Bravi y después un terrible cabezazo a Omar Genesio, cuando iban 40 minutos del partido entre salaítos y canarios (después fue suspendido por inferioridad numérica de la visita). En la revuelta participaron casi todos los jugadores. Por tal motivo se fueron expulsados siete hombres: tres por el lado local y cuatro del equipo visitante. La continuidad del encuentro pendía de un hilo. Si bien la visita ganaba 3 a 1, después se quedó sin un quinto jugador y el árbitro Miguel Osés, quien además fue atacado por los visitantes en el vestuario, dio por finalizado el partido. Al final, el escaso público que se animó a ir al polideportivo salaíto terminó viendo un escándalo, principalmente originado por el zaguero central Diego Scarano. Y más más allá de la actuación del árbitro, que puede ser juzgada como buena o mala, según los intereses de quien corresponda, hay decir que si Pablo VI se hubiera dedicado sólo a jugar hasta el final del partido era una fija que podía haberse ido con un triunfo en el bolsillo. Pero se ve que la impotencia se apoderó de varios jugadores visitantes y el fútbol pasó a un segundo plano.
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