Walter Gasparetti / La Capital
El reloj parecía haberse detenido en la casa de Manuela Teruello en Cañada de Gómez, donde viven su madre y sus abuelos. Allí se respiraba un aire de ansiedad frente a la expectativa que conlleva el resultado del trasplante. Instalado al lado del teléfono a la espera de novedades, Rosario Rubén Paz, su abuelo de 72 años, contaba uno a uno los minutos mientras relataba lo que significa Manuela para la familia. "Ella es la alegría de la casa. Es la que trae felicidad y su bienestar es el de todos", contó como pudo Rosario al recordarla entre sollozos ante la pregunta del cronista. Desde que viajaron el lunes a la noche esta solo en la casa y apenas puede hablar con los vecinos, a quienes les narraba una y otra vez las últimas noticias de Buenos Aires. Su mamá, Beatriz Paz, y su abuela Nélida viajaron en la ambulancia que trasladó a la chiquita desde Cañada de Gómez a Buenos Aires. Manuela viajaba tres veces por semana en colectivo a Rosario para ser dializada. "A veces llegaba y tenía vómitos y dolor de cabeza y eso le hacía perder la escuela", explicó el abuelo. Manuela cursa quinto año del Instituto Razetto de Cañada de Gómez. Sus compañeras y amigas no dejan de llamar para saber sobre su estado de salud. "Recién entró al quirófano y seguramente va salir todo bien", les contestaba Rosario siempre atento a las llamadas, mientras se realizaba la nota. Cuando empeoró su estado de salud, Beatriz tuvo que dejar un trabajo importante en la localidad de Morteros, provincia de Córdoba. "Ella estaba como encargada de un comercio grande, pero lo tuvo que dejar para estar al lado de su hija", dijo Rosario .
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