El investigador Pablo Alabarces, autor de cinco libros de análisis sociológico y cultural sobre fútbol, consideró "insostenible" insistir con que la violencia en el fútbol es "un reflejo de la sociedad", y aseguró que "la pasión del hincha, lejos de lo que se cree, es un fenómeno perfectamente explicable desde lo racional". Alabarces explicó que "en una sociedad homofóbica, machista e intolerante no puede haber un fútbol progresista y amplio", y ponderó la progresiva incorporación de la mujer al fútbol, aunque dejó en claro que "aún existen lugares que siguen siendo reservados a los hombres". Docente universitario, titular en la UBA del seminario Fútbol, Deporte, Sociedad y Cultura e investigador del Conicet y del Instituto Gino Germani, Alabarces ya tiene publicados "Cuestión de pelotas" (1996), "Deporte y sociedad" (1998) y "Peligro de gol" (2000) y espera la salida para los próximos meses de "Fútbol y Patria". -Respecto de la violencia en las canchas, se agotó eso de que es reflejo de la sociedad. -Esto se resolvía de dos maneras: una, la culpa es de los violentos, las barras bravas, y dos, eso del reflejo de la sociedad, algo teóricamente insostenible y empíricamente indemostrable. Por ejemplo, el aumento de la violencia política en los últimos siete meses no significó aumento en la violencia deportiva. Para nada. -Esto va en contra de 60 años de explicaciones en ese sentido. -Una de la conclusiones a las que llegamos es que 60 años de estas explicaciones no habían dado respuesta, y entonces había que buscar otros elementos. -Otra parte de las explicaciones tenía que ver con la condición de irracional del hincha. -Pero ahí también hay un problema, porque las pasiones incluyen racionalidades muy fuertes. Este es otro mito futbolístico. Todas las pasiones pueden explicarse, así como las prácticas resultantes de esas pasiones. El comportamiento irracional es patología. Una reacción colectiva por el fallo de un árbitro también puede explicarse desde lo cultural. Y más si uno lo vincula a que el fútbol está ligado al imaginario democrático, porque es el territorio donde todos son iguales y la justicia debe ser pareja. Si un árbitro cobra mal, la hinchada intenta reponer la justicia faltante en lo político y quiere operar desde lo deportivo. -¿El fútbol sigue siendo el terreno en el que el pobre le gana al rico? ¿Esto sirve para justificar preferencias? -Sí... No en vano los argentinos hacían fuerza por Senegal o Turquía en el Mundial. El mito del pobre que le gana al rico opera siempre, pero se estaba volviendo un punto álgido. Porque aparece contrapuesto a la lógica comercial. Ese lazo mágico de que todo es posible se debilita. Y así desaparece uno de los encantos del fútbol, que es ser imprevisible y azaroso. Esta es una lógica estrictamente opuesta a la capitalista. -¿Y sin embargo puede explicarse racionalmente? -Sí. Pero estamos en un momento de cambio muy fuerte en la cultura futbolística. ¿Qué pasa si en 5 años todos los hinchas de equipos chicos nos convencemos de que es absolutamente inútil? No puede desaparecer por completo ese componente. -¿Cómo se explica que el fútbol represente el imaginario democrático pero también fomente el racismo, el autoritarismo? -Porque no refleja a la sociedad pero es parte de ella, y sus síntomas, especialmente en lo que tiene que ver con su parte masculina, se reproducen en el estadio. Una sociedad que es racista, homofóbica, no puede tener un fútbol tolerante, progresista, amplio. Pese a todo, las hinchadas argentinas no son tan racistas como las de otros paises. Hay agresiones que son puramente simbólicas. Términos como "villero" dejaron de ser peyorativos. Pero racismo en serio es el que hay en Italia, España o en parte de Inglaterra. -Entre las hinchadas hay un manejo muy fuerte de lo que podría llamarse "territorio"... -Sobre todo en el ascenso, y es una de las razones que determinan de qué club es hincha uno. El territorio tiene mucho que ver con la violencia. Es lo único que hay que defender con la vida. Un truco clásico es dejar el micro tres cuadras antes para "caminarles" esas cuadras. Es una provocación. -¿Así como se habla de "la nuestra" en el campo de juego, puede hablarse de algo parecido en las tribunas? -Argentina e Inglaterra son los únicos países que exportaron prácticas de sus hinchadas. Los hooligans le enseñaron al resto de Europa como pegarles a los contrarios, y en toda Sudamérica, quizás a excepción de Brasil, se imitan los cantos de los argentinos. -¿Existió una presión colectiva antes del Mundial que agrandó la depresión colectiva posterior? -Se combinó que se trataba de un equipazo con la onda de "por favor, quiero festejar"". Esa cosa de "por lo menos una" no había que leerla políticamente. Porque los piqueteros iban a seguir saliendo y la policía iba a seguir reprimiéndolos. Contribuyeron los medios que se subieron a un discurso fácil de patrioterismo, con la vista puesta en la facturación. Eso contribuyó a la sobreexpectativa, pero era más deportiva que nunca. -¿Quién creía que si Argentina era campeón Nito Artaza se iba a abrazar con Manuel Sacerdote? -No existe quien pudiera pensar que un gol implicaba más credibilidad para el gobierno. Lamenté la derrota como hincha, pero también porque quería comprobar que si salíamos campeones, todos íbamos a festejar y terminábamos quemando la Casa de Gobierno. (Télam)
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