José M. Petunchi / Ovación
Dicen que cuando un equipo viene de una época prolongada de vacas flacas, como en el caso de Rosario Central, nunca es bueno viajar sin escalas de la frustración y el desencanto a la euforia total. Porque se pueden perder de vista no sólo los objetivos sino también el rumbo. Deberá entenderlo este equipo de Central, que viene de vapulear a Lanús con una actuación por demás convincente, con una dosis de contundencia inusual para estos tiempos y con actuaciones individuales descollantes. Esta situación de los estados de ánimos no puede soslayarse y tanto los jugadores como el cuerpo técnico en particular deberán prestarle mucha atención. Algo de lo que César Menotti ya parece haber tomado nota. "Ganar dos partidos es demasiado poco para todo lo que necesitamos". Ni más ni menos que eso. El Flaco, un tipo avezado en esto, sabe que "sólo se jugaron dos partidos", aunque rescata la lógica importancia de haberlos ganado. De todos modos, y si bien van recién dos fechas y no se pueden establecer de ninguna manera conclusiones terminantes, al menos se puede aventurar que este grupo, que se planteó como objetivo quedar entre los tres primeros del torneo, va a dar batalla en todos lados y ante cualquier rival, independientemente del resultado final, aunque esto es determinante en la actualidad que vive el club. Lo cierto es que el domingo en el sur del Gran Buenos Aires, Central mostró lo mejor de su repertorio de los últimos tiempos: jugó con una autoridad, un aplomo, una seguridad y una confianza de aquel que tiene muy claro a qué juega y cuáles son sus armas para lograrlo. Esas fueron algunas de las claves en las que los auriazules sustentaron su abrumadora superioridad ante los granates, las mismas que los llevaron a ser los únicos líderes del Apertura.
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